Si te has enamorado, cuidado, porque puedes 'perder la cabeza'
Estar enamorado desencadena una serie de reacciones bioquímicas en nuestro organismo que alteran nuestra percepción y comportamiento. Estar descentrado, ruborizarse más de lo normal o no poder pensar en otra cosa que no sea la persona amada son síntomas inequívocos de que Cupido ha acertado el tiro.
Cómo saber si nos hemos enamorado es una pregunta que nos habremos hecho en alguna ocasión. Y conocer la respuesta es tan sencillo como observar nuestro comportamiento. Por ejemplo, despertarse con la necesidad de estar con la persona amada y acostarse con la misma urgencia, no ser capaz de ver ningún defecto en ella (aunque los tenga y los demás nos lo recuerden), sentir más agitación de lo normal y no conseguir concentrarse... todo ello son síntomas que pueden alertarnos de que hemos caído en las redes del enamoramiento. Y el cerebro puede estar jugándonos malas pasadas cuando esto ocurre ya que altera el comportamiento y la percepción. Afortunadamente, este estado de euforia tiene fecha de caducidad. De lo contrario, nos haría perder la cabeza. Pero mientras tanto, la sensación es maravillosa, ¿para qué engañarnos?
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¿Dónde se origina el amor?
Cualquier chispa puede enceder la mecha. Una mirada, una palabra, un roce... y estamos perdidos. Pero ¿por qué de él o de ella? Lo cierto es que los expertos no tienen una respuesta. De hecho, la antropóloga y bióloga Helen Fisher ha señalado que, a pesar de sus múltiples estudios sobre el amor, no ha logrado saber por qué nos enamoramos de una persona en concreto. Y lo cierto es que poco podemos hacer para controlarlo. "En cierta medida el enamoramiento es involuntario. Uno cae enamorado", señala la doctora Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica de la Universidad de Navarra. Y cuando eso ocurre, se necesita mucha fuerza de voluntad para resistirse ya que se segrega todo un torrente de sustancias que nos obligan a buscar a la persona amada. Es la química del amor que tiene un fin: la supervivencia de la especie. Y su origen se sitúa en el cerebro.
El amor se origina en una zona del cerebro llamada sistema límbico o cerebro emocional. "Está por debajo de proceso cognitivo del pensamiento. Es parte de lo que llamamos el centro reptil del cerebro, asociado al deseo, la motivación y las ansias. De hecho, es la misma región del cerebro donde se activa la necesidad de cocaína", señaló la doctora Fisher durante su TED El cerebro enamorado.
Desde este área del cerebro, las neuronas, unidades básicas que reciben los estímulos externos y encargadas de liberar un conjunto de mensajeros químicos, los neurotransmisores, desencadenan una serie de sustancias que nos generan placer. "El cerebro de los enamorados origina reacciones fisiológicas y libera sustancias químicas que son importantes para crear ese sentimiento. Por un lado, induce la producción gonadal de hormonas como los andrógenos masculinos o los estrógenos femeninos que aumentan el apetito o deseo sexual. En el amor romántico inicial, el cerebro produce también sustancias estimulantes, como la feniletilamina o la dopamina, inductoras del estado de euforia y pasión de los enamorados", explica el doctor Ignacio Morgado, Catedrático de Psicobiología y Director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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"La emoción placentera que produce el enamoramiento se procesa con la liberación de dopamina, denominada popularmente como 'la hormona de la felicidad', explica la doctora López Moratalla. Esta hormona está relacionada con el sistema de recompensa, por eso el enamoramiento tiene algo de adicción. Además, activa el hipocampo, que guarda los recuerdos emocionales, y el hipotálamo, donde se sitúan los núcleos del cerebro sexual, constituyendo el componente erótico que acompaña a este vínculo de apego", añade la experta de la Universidad de Navarra. La activación de estas áreas que procesan la recompensa, la memoria emocional y el cerebro sexual se debe a que poseen receptores que captan la oxitocina (hormona de la confianza, del acercamiento que rompe distancias), y la vasopresina, hormona masculina cuyo papel es reforzar el vínculo en el hombre y el instinto protector cuando la mujer está embarazada.
Sudor, palpitaciones... sí, has caído en las redes
Cuando estamos enamorados nos sentimos tan agitados que incluso parece que se nos va a salir el corazón del pecho. De nuevo, el responsable es nuestro cerebro y las reacciones que se desencadenan. A través del sistema nervioso, el hipotálamo ordena a las glándulas suprarrenales que aumenten la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas). La primera es la responsable del estado de euforia y la noradrenalina provoca el aumento de la presión sanguínea en el organismo lo que aumenta la frecuencia cardiaca. Todo ello hará que nuestras mejillas estén más sonrosadas y tengamos un brillo especial en los ojos.
Además, nos cuesta concentrarnos. Los científicos también apuntan a la dopamina como la responsable de acentuar la fase de atención durante la atracción. Pero se trata de un arma de doble filo puesto que el cerebro, habitualmente tan disperso en varias tareas, se centra únicamente en la pareja y el mundo alrededor desaparece, con las posibles consecuencias negativas que esto puede acarrear. Y es que ya lo dijo el célebre escritor Ortega y Gasset: “El enamoramiento es una enfermedad de la atención”. En el amor romántico se pierde el sentido de nuestro ser. No dejamos de pensar en el otro ser humano. Es como tener a otra persona en nuestra cabeza", bromeó Fisher. Y todo ello empeora si nos rechazan
Enfermos de amor
Esta obsesión por la persona amada aumenta cuando nos sentimos rechazados. En un experimento llevado a cabo por la doctora Helen Fisher y su colega de estudio Lucy Brown, observaron, mediante resonancia magnética, los cerebros de aquellas personas que habían sido ignoradas por sus amantes. Lo que vieron es que las mismas áreas que se activan cuando se está enamorado, siguen muy activas cuando ya no podemos estar con el otro. Y las ansias, la motivación por la recompensa se tornan mucho más fuertes. También se ilumina la región asociada al apego profundo. Por eso, la separación duele y las personas sufren cuando son abandonadas.
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Y es que el enamoramiento es una etapa de obnubilamiento, un estar fuera de sí, se distorsiona la realidad, e incluso se pierde el juicio crítico. "La pasión inicial se caracteriza por la inhibición de sustancias cerebrales, como la serotonina, estabilizadoras del humor, o la desactivación de regiones del cerebro, como la corteza frontal, implicadas en la lógica y el razonamiento. Quizá por ello se ha dicho que el amor es ciego", señala el doctor Morgado. De hecho, cuando uno está enamorado no es capaz de percibir los defectos del otro.
Afortunadamente, este estado de apasionamiento tiene sus días contados y la euforia inicial pasa a otro tipo de vínculo, generado por la oxitocina, en el que el apego, la confianza y la ternura son los protagonistas. "La duración del enamoramiento es muy variable, aunque la sabiduría popular aconseja que, si estás enamorado, no te cases... todavía", señala la catedrática de la Universidad de Navarra.
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Hombres y mujeres, diferentes frente al amor
Debido a que el enamoramiento está mediado por las neurohormonas producidas por el hipotálamo, y éstas difieren en varones y mujeres, el modo de enamorarse también es diferente entre ambos sexos. Ademas, los circuitos cerebrales de la vinculación están ajustados para operar de forma distinta, sincronizada, asimétrica y complementaria con el fin de generar una nueva vida.
"El cerebro masculino emplea la vasopresina para la vinculación social y familiar. Mientras que el femenino usa primordialmente la oxitocina y los estrógenos. Ambos neuropéptidos aumentan los niveles de dopamina y con ello la emoción placentera. En las mujeres, el nivel de oxitocina aumenta con el contacto físico y la mirada, y con ello se dispara el aumento de confianza y la pérdida de enjuiciamiento del otro. Debido a ello, las mujeres son más susceptibles de ser seducidas con las caricias. En los hombres es primordial la vista. La vasopresina facilita la empatía y aumenta la detección de estímulos eróticos. La testosterona incentiva la energía, la atención y el empuje de la vasopresina", explica la doctora López. En la relación sexual ambos miembros de la pareja producen oxitocina. De esta forma el amor apasionado enlaza con la ternura del vínculo de apego para que esa atracción pueda durar.
Y es que el amor cambia con el tiempo. "La fogosidad y pasión iniciales dejan paso a un amor más maduro, a una emoción más relajada y consistente, donde los cerebros enamorados segregan ya sustancias diferentes, como la endorfinas y encefalinas, inductoras de estados menos pasionales de relajación, satisfacción y bienestar. Tales sustancias tienen también un carácter más adictivo que hace difícil la superación de la separación o la pérdida del ser querido", señala el doctor Ignacio Morgado.
Pero para que la pareja permanezca hay que trabajarlo. "Una relación se mantiene sana si somos iguales en las cosas importantes y conseguimos que los polos opuestos se atraigan complementándose. En todo caso, lo que siempre se requiere es respeto a lo desigual, a las formas de entender la vida si no son iguales y mucha capacidad de perdón. La convivencia exige siempre benevolencia, expresar el cariño y mejor aún si se acompaña con los hechos, saber pedir disculpas y saber disculpar", concluye Natalia López Moratalla.