En invierno tenemos que abrigarnos a cualquier hora del día y en verano buscamos siempre llevar la ropa más ligera posible para soportar las altas temperaturas. Pero el otoño y la primavera, a pesar de alcanzar unas temperaturas medias en principio ideales, nos dejan días en los que pasamos del frío al calor en cuestión de minutos. Y eso puede hacer que nuestro cuerpo acuse estos cambios de temperatura y nuestra garganta se resienta y comience a dolernos.