1/1 © iStock

Un clásico del verano es temer sufrir un corte de digestión cuando nos queremos bañar en la playa o la piscina al terminar de comer. Ya es mítico el recuerdo de la infancia de nuestros padres pidiéndonos que esperemos una o dos horas antes de ir al agua, un tiempo que para un niño supone una eternidad.

Más sobre: