Teóricamente, quien se esfuerza en el gimnasio y logra alcanzar buenas metas, como asistir todos los días a su cita, mejorar en tiempos y en esfuerzo, y divertirse incluso mientras entrena, suele ser una persona que empieza a desarrollar cierto rechazo por comer todo lo que le podría apetecer si se trata de alimentos que son perjudiciales para la salud. Es un efecto positivo de cuidarnos entrenando, que aflora el buen propósito de hacer de este buen hábito el inicio de otro, que consiste en comer mejor.