Seguro que más de una vez has pensado que en cuanto llegase el fin de semana (o unas vacaciones) ibas a aprovechar para dormir todo lo que no habías podido durante la semana. Pero cuando llega el momento descubres que, aunque quisieras, no eres capaz de pasar 12 horas seguidas en la cama, como hacías en tu infancia o incluso en la adolescencia. Y, para colmo, las que consigues dormir se alejan cada vez más del placentero “sueño profundo”.