Educamos a nuestros hijos con la esperanza de que sufrirán menos que nosotros, y que en el caso de ser necesario, afrontarán los retos y los cambios con mayor preparación emocional. Queremos dotarlos de toda la ayuda y experiencia que atesoramos pero, sin embargo, a veces este traspaso de conocimiento resulta muy difícil de transmitir, pues no es una cuestión intelectual, sino vivencial.