Los pensamientos negativos actúan como un ovillo del que tiramos, lo deshacemos y acaba por atraparnos. Una vez que tiramos del fino hilo de aquello que nos preocupa, la montaña de conjeturas, reproches y angustias se hace mayor a cada rato. Así, el monstruo se hace mayor a base de aquello que desconocemos y que nos produce inquietud, cobrando formas misteriosas y bebiendo de nuestras dudas y de la necesidad de buscar una solución sin disponer de la información necesaria, poniéndonos en lo peor.