Pocas cosas se cogen con tanta ganas como empezar a ir al gimnasio. Además, comenzamos a ir con el convencimiento real de que estamos comenzando un idilio que nunca podrá terminar. Pero al poco tiempo empezamos a faltar al algún entrenamiento aislado, luego cada vez a más, hasta que llega un momento en el que ya no tenemos tan claro que nos apetezca ir y que resulte tan efectivo. Total, tampoco es tan importante llegar con un cuerpazo a la puesta del bikini. Es entonces cuando llega el abandono.