Por lo general, nuestro ritmo de vida es tan agitado que nos lleva a hacer muchas cosas distintas a la vez: somos capaces de hablar por teléfono, poner una lavadora y responder a emails del trabajo a un tiempo, sin que nos parezca nada especialmente complicado. Y eso puede llevarnos a pensar, erróneamente, que tenemos la mente activa con el cerebro trabajando a pleno rendimiento. Pero, en la mayoría de las ocasiones, nuestro cerebro encuentra una forma cómoda para hacer las tareas y pone el piloto automático. Piensa en la cantidad de cosas que haces de forma reiterada cada día: asearte, conducir, revisar el móvil, comprar comida en los mismos sitios… para realizarlas el cerebro no necesita pensar, luego, no se está entrenando.