Cómo saber si mi hijo sufre déficit de atención con hiperactividad
Un niño movido no tiene por qué ser hiperactivo ni tener déficit de atención (TDAH). Sin embargo, si tenemos la sospecha, es importante acudir al médico para que lo valore y establezca un tratamiento individualizado. De esta manera, se evitarán secuelas que afectan al desarrollo y a su calidad de vida.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) sigue siendo un motivo de preocupación de padres, madres y profesores. Solemos asociarlo a niños que no se están quietos, no pueden concentrarse, van y vienen sin prestar apenas atención, se muestran impulsivos o, incluso, maleducados. De hecho, todos conocemos algún niño hiperactivo o, al menos, pensamos que lo es. Sin embargo, debido a que no existe un marcador biológico o una prueba que determine si se padece o no TDAH, no es posible confirmar a simple vista si un niño es más movido de lo normal o si, realmente, sufre esta patología. Por ello, es importante olvidar los prejuicios o las etiquetas y dejar en manos de profesionales el diagnóstico de este problema.
¿Qué es el TDAH?
Es una patología que afecta, aproximadamente, al 5 por ciento de la población infantil. "Está caracterizada por un desequilibrio de neurotransmisores (encargados de conectar unas neuronas con otras) en varias regiones cerebrales, en concreto a nivel frontal, que es la zona del cerebro que nos permite atender y concentrarnos en el trabajo que estamos realizando. Esto provoca un déficit de sustancias químicas como la dopamina y noradrenalina y, por eso, las personas que lo sufren tienen problemas para concentrarse, dominar sus impulsos y sus emociones", señala el psicólogo clínico Rafael Guerrero, director del gabinete Darwing Psicólogos en Madrid y autor del libro 'Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Entre la patología y la normalidad' (Ed. Cúpula). Por tanto, este trastorno no es culpa de los padres ni tiene que ver con factores culturales o educacionales. Es una enfermedad y debe diagnosticarse y tratarse como tal.
Buscar ayuda de un profesional
El TDAH causa un deterioro importante en la capacidad del niño para desarrollarse. Además, le genera un gran sufrimiento que afecta a todas las facetas de su vida. "Estos niños corren el riesgo de ser desplazados, aislados por sus compañeros que suelen rechazarlos porque no entienden sus conductas impulsivas. Pueden sufrir acoso y están acostumbrados a recibir muchas críticas por parte de sus padres y profesores lo que propicia una baja autoestima", advierte Guerrero.
De ahí que el diagnóstico precoz y la intervención terapéutica adecuada sean vitales para evitar las posibles secuelas: fracaso escolar, aislamiento social e, incluso, mayor propensión a las conductas de riesgo (accidentes, consumo de drogas, etc.).
¿Cuándo hay que tratar el TDAH?
Siempre que haya una repercusión significativa en el rendimiento académico, laboral o social hay que administrar un tratamiento, que debe ser individualizado. Generalmente, consiste en una reconducción del comportamiento para tener un mayor control de los impulsos y las emociones, así como herramientas para manejar la hiperactividad y lograr una mayor concentración. Sin embargo, si esto no es suficiente será necesario recurrir a la medicación.
Ésta está basada en psicoestimulantes que permiten que la persona pueda autocontrolarse, mantener una mejor concentración y alcanzar todo su potencial. "El TDAH tiene una buena evolución si se trata adecuadamente y estos chavales (y adultos) podrán llevar una vida normal como sus demás compañeros. Además, son niños muy inteligentes. Por ello es importante que el diagnóstico clínico lo realice un profesional especializado y administre la terapia que necesitan", indica el psicólogo.
Cómo saber si mi hijo sufre TDAH
Los niños que sufren este problema suelen tener dificultades en su vida cotidiana y presentan una serie de conductas características. Si las observas en tu hijo y sospechas que puede padecer TDAH, acude al médico para que pueda derivarte a un especialista que lo confirme.
Se desconcentra. Los niños con este problema suelen tener dificultades para concentrarse ante tareas rutinarias, aburridas y con poca emoción. Sin embargo, los videojuegos, películas y el deporte suelen captar toda su atención.
No para. Tienen la necesidad de estar en continuo movimiento y son incapaces de controlar esta conducta hiperactiva. De hecho, este exceso de movimiento suele ser una manera de autorregularse de forma inconsciente.
Es impulsivo. Puede mostrar impulsividad a la hora de pensar (impulsividad cognitiva) así como al hacer las cosas (impulsividad conductual). Además, tiene problemas para reconocer y controlar sus emociones, tanto las suyas como las de los demás.
Le cuesta organizarse. Las personas con TDAH viven en el presente y les cuesta hacer predicciones sobre el futuro o planificar una tarea que no vayan a desempeñar aquí y ahora.
Problemas de memoria. Pueden ser olvidadizos y tienen una capacidad de memoria de trabajo (la que nos permite guardar información para realizar algún tipo de operación) muy débil. En parte es debido a que su atención es muy dispersa y pasan de una tarea a otra sin lograr centrarla.