'El cáncer no se acaba cuando te quitas el turbante. La carrera por la vida continúa'
Con motivo del Día Mundial del Cáncer, que se celebra el 4 de febrero, Chadia Chaouch, superviviente, explica cómo vencer el miedo a esta enfermedad, cómo plantar cara a los efectos secundarios y cómo su experiencia le ha servido para ayudar a otros profesionales y pacientes.
Le diagnosticaron cáncer de mama cuando solo tenía 36 años. De esto hace ya diez y hoy ya se puede llamar ‘superviviente’. La enfermedad no solo la ha hecho más fuerte, sino que además le ha servido para convertirse en ‘corredora de la vida’, publicar un libro y dar charlas a hospitales y empresas. Su objetivo es ‘normalizar’ el cáncer, eliminar su estigma, sugerir a los profesionales sanitarios cómo dar la noticia para ayudar al paciente a enfrentarse a la enfermedad y enseñar a las empresas y a los empleados cómo pueden apoyarlos durante el tratamiento y después. “Porque el cáncer no se acaba cuando te quitas el turbante (o la peluca). La carrera por la vida continua”, señala Chadia. Esta es su historia de superación y solidaridad.
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“Soy de Francia y llevaba 20 años en España. No había pisado nunca un hospital. Vivía sola y mi familia seguía en el país galo. Hacía seis meses que me había incorporado en la empresa Gas Natural Fenosa. Una noche, al acostarme, noté un bulto en el pecho. Suelo dormir boca abajo y nunca antes lo había percibido. Supe, de inmediato, que algo iba mal. Al día siguiente fui al médico y enseguida me hicieron varias pruebas.
A los pocos días recibí una llamada de una profesional sanitaria que no se atrevía darme la noticia. Me presenté en el centro médico y me entregaron un sobre con los resultados de anatomía patológica y con el sello de ‘urgente’. Con él, y con el diagnóstico de cáncer de mama, me dijeron que fuera al Hospital la Paz de inmediato. Era el 13 de noviembre de 2008. Recuerdo perfectamente ese día. Hacía mucho frío. Lo sentía por todo mi cuerpo, incluso en el pelo. Estaba sola y no quise llamar a nadie. Solo me puse en contacto con mi jefe, Alberto González, para decirle que me habían encontrado algo y que me tenía que ir al hospital. No me esperaba su respuesta... y fue muy emotiva. Me dijo: ¿Estás sola? ¿Tienes a alguien que te acompañe? ¿Quieres que vaya contigo? Nadie puede imaginarse lo que sentí con sus palabras. Es tan importante que tu empresa esté a tu lado cuando estás en esta situación…Lejos de tomar represalias o infundirme miedo –porque temes que te vayan a despedir o que no te renueven si dices que tienes cáncer- me mostró todo su apoyo.
Cuando llegué al hospital pedí que me atendieran ese mismo día, aunque querían darme cita para más adelante. Insistí y, finalmente, me asignaron un médico, el doctor José Ignacio Sánchez Méndez y, con él, mi enfermedad tomó otra dirección. Seguía teniendo cáncer, pero me sentí arropada, cuidada, estaba en manos de un buen profesional que se iba a preocupar por mí y así me lo demostró. Y es que las personas que padecemos cáncer podemos entender que nuestro médico no pueda curarnos, pero no que no nos cuide. Me miró a los ojos, me llamó por mi nombre, me invitó a sentarme y me explicó qué tenía. Me dio la información justa, clara, porque en esos momentos no puedes asimilar tanto. Pero, sobre todo, me dio esperanzas. “Chadia -me dijo- tienes cáncer pero quiero que sepas que muchas mujeres logran superarlo. Vamos a estar contigo para ayudarte y te acompañaremos en cada paso que vayas a dar”. Eso lo cambió todo. Me dio la noticia de forma humana. Y realmente me acompañó durante todo el tiempo. Fue muy importante, porque al principio no quise contarle nada a mi familia.
Cuando te dicen que tienes cáncer tu sistema inmunológico se deprime. Bajan tus defensas. Tu estado de ánimo cae. Pero hay que recordar -y recordar a nuestros especialistas- que de cómo vas a enfrentarte a esta enfermedad depende mucho de la forma en la que te la comunican y cómo la asimilas en el primer momento. Ese día no lo vas a olvidar en la vida. Vas a rememorar cada detalle, cada gesto, cada palabra. Y el papel del médico es fundamental para que saques fuerzas de donde sea para seguir adelante o te hundas y te metas en la cama. De hecho, cuando doy charlas les pongo grabaciones de otros pacientes que cuentan cómo recibieron el diagnóstico, cómo les impacto y cómo les influyó la forma en la que su médico le dijo que sufrían esta enfermedad. Muchos de los asistentes acaban emocionándose cuando son conscientes de su importancia.
Caminar, trotar y, de ahí, a correr maratones
Una de las cosas que más me afectó durante el tratamiento fue su impacto en mi aspecto físico. Además de caérseme el pelo, incluido el de las cejas, engordé 40 kilos. No lo llevaba nada bien. El pelo lo podía disimular. Y una compañera de trabajo –no solicité la baja ya que necesitaba mantener mi ‘normalidad’- me enseñó a maquillarme las cejas. Pero el exceso de peso me hacía sentir muy mal. Empecé a cuidar más mi dieta, recibía acupuntura, hacía meditación para lidiar con el estrés y, a pesar del tratamiento, me puse a caminar para hacer ejercicio. Primero daba largos paseos a paso rápido, después me puse a trotar. Y poco a poco fui haciendo más y más kilómetros hasta llegar a los 10 y participar en una media maratón. Fue en San Francisco (EE.UU). Yo, que nunca había sido una persona deportista y, mucho menos, corredora, formaba parte de los miles de participantes de un evento deportivo como ese. Aunque algo se iba a volver a torcer a mi vuelta a España.
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No puedo explicar por qué ni cómo supe que algo iba mal. Pero así fue. Tras la revisión rutinaria, año y medio después del primer diagnóstico, me comunicaron que tenía microcalcificaciones malignas y que tenían que quitarme el pecho. No me lo comunicó mi médico de siempre y la forma de darme esta noticia fue como una bofetada. Más tarde me llamó el doctor Sánchez y me lo explicó todo mejor. Volvió a tranquilizarme. Aunque después las cosas se complicaron. Tras la mastectomía tenían que reconstruirme el pecho. Se convino un tipo de reconstrucción pero al final se cambió por otro tipo de cirugía. No me explicaron el porqué de este cambio repentino cuando ya teníamos programado, desde hacía, tiempo una operación determinada. Eché en falta una explicación y medité mucho sobre el trato que recibimos los pacientes. Creo que es importante que nos expliquen por qué se toman unas decisiones u otras ya que, si tenemos información, entramos al quirófano de otra manera. Finalmente, la cirujana Elena Bravo Brañas fue la que se encargó de la reconstrucción y tanto ella como la anestesista o, incluso, los celadores fueron muy amables conmigo y me hicieron sentir más tranquila.
Corredora, escritora y conferenciante
Tras la recaída, y cuando me volví a sentir fuerte, empecé a correr de nuevo. Despacio al principio, pero poco a poco llegué a correr 76 kilómetros en un trail de Kenia. Durante mi estancia en el país africano empecé a escribir un pequeño relato sobre mi experiencia y, a partir de éste, surgió la idea de escribir el libro. Y después del éste me animé a dar pequeñas charlas en los hospitales sobre la importancia de tener en cuenta a la persona que se tiene delante cuando se da el diagnóstico, en lo esencial que es una mirada, un gesto amable, una explicación serena y que te den esperanza. Y esta es la labor en la que estoy centrada, además de mi trabajo en Gas Natural Fenosa, y con la que espero llegar a más centros hospitalarios y empresas para mejorar la calidad de vida de los pacientes con cáncer. Considero que tan importante es el trabajo de los médicos como el que la empresa apoye al enfermo o al superviviente.Yo tengo la suerte de trabajar en una empresa
donde me han apoyado siempre, pero no es el caso de todos los pacientes. Es bueno que los compañeros comprendan la enfermedad, la complejidad de las pruebas que tenemos que realizar en las revisiones y las ausencias, qué necesita un paciente con cáncer y que no y que entiendan que, aunque hayas superado la primera etapa, es una carrera de largo recorrido que dura toda la vida".
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