Sabemos que pocas cosas resultan tan adorables como un perro, sea de la raza que sea, cuando es un cachorro. Durante esa etapa de su vida los perros son la mezcla perfecta entre un peluche adorable y un bebé que necesita de nuestros cuidados. Además, en esos primeros momentos se crean el vínculo afectivo entre tu mascota y tú, y es más sencillo de lo que parece que acabemos convirtiendo a nuestro perro en un hijo pequeño para siempre, aunque luego crezca para convertirse en un perro adulto.
Es cierto que los perros se acaban convirtiendo en uno más de la familia y que se les quiere con todo el amor del mundo pero, según los expertos, hay algunos límites que no deberíamos pasar. Y la principal razón es que, aunque nos pensemos que así estamos haciendo feliz a nuestra mascota, seguramente estemos consiguiendo todo lo contrario.
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Lo que nos acerca y nos separa de los perros
Lo que más empatía nos provoca con los perros es que, al igual que nosotros, son mamíferos que necesitan socializar y estar en grupo para sobrevivir y garantizar su bienestar. Ni los perros ni nosotros podemos vivir en soledad, y eso hace que creemos con nuestras mascotas uno sólidos lazos, porque nos reconocemos en esa necesidad de ser sociables.
Además, los perros son animales extremadamente sensibles y expresivos, que van a saber reconocer nuestras emociones y sabrán reaccionar a ellas, incluso cuando creamos que no se nos nota si estamos especialmente tristes, alegres o inquietos. Del mismo modo, si hemos dedicado el tiempo suficiente a conocer a nuestra mascota, no tardamos mucho en aprender a identificar que le alegra, enfada, entristece o asusta.
Pero a causa de esto mismo que nos une, con demasiada facilidad adjudicamos a nuestro perro emociones que no le son propias, como la venganza si le hemos dejado solo demasiado tiempo, o la capacidad de guardarnos rencor por algo que ocurrió en algún momento y que nuestro perro sin ninguna duda ya ha olvidado. Los perros no son personas y no se mueven por las mismas razones que lo hacemos nosotros. De hecho, ellos son infinitamente más básicos, y aunque es cierto que necesitan sentir nuestro afecto, lo que de verdad les hace felices es tener unas pautas básicas de comportamiento y unas rutinas que les den estabilidad.
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Qué ocurre cuando tratamos a nuestro perro como si fuera un niño
Incluso cuando son cachorros tratar a nuestro perro como si fuera un bebé es un gravísimo error. Valora muy seriamente si el perrito que ahora subes a tu cama o al sofá como si de un peluche se tratará resultará tan entrañable cuando se convierta en un perro grande y ya no esté dispuesto a perder el territorio conquistado.
Si un perro no tiene límites y le falta disciplina, lejos de sentirse feliz por considerar que le están mimando, puede desarrollar graves trastornos del comportamiento que no le hagan sentirse bien ni a él ni a ti, y que necesitarán mucho trabajo y seguramente la ayuda de un profesional reconducir.
Pasear el tiempo que necesita, hacer ejercicio, aprender a obedecer, socializar con otros perros o alimentarse de forma adecuada son algunas de las cosas que tu perro necesita para sentirse estable y feliz, y esto no tiene nada que ver con lo que harías con un bebé. Por eso, si de verdad quieres que vuestra relación y convivencia sea buena no olvides su condición canina y, sin dejar de ofrecerle tus mimos y afecto, asegúrate de que le estás tratando, con todo tu amor, como a un perro.
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