'Coaching' vs. 'mentoring', ¿en qué se diferencian?
Las nuevas tendencias de trabajo personal cobran una nueva dimensión dentro de las empresas
El coaching está de rabiosa actualidad. La disciplina que trabaja las fortalezas individuales, con el fin de conseguir un objetivo determinado, se ha convertido en uno de los métodos más explotados dentro de la faceta personal y profesional del ser humano. Este entrenamiento, desarrollado como un aprendizaje, se basa en dos premisas principales: la acción y la aplicación. El trabajo del coach se convierte, por tanto, en la base fundamental de un interesante camino a recorrer de cara a la obtención del fin buscado. A raíz del crecimiento exponencial de esta técnica, son muchas las prácticas dentro del desarrollo individual que, en un principio, pueden ser confundidas con el trabajo de un coach. Es el caso del mentoring, una nueva herramienta que está viviendo una gran aceptación, sobre todo, dentro del ámbito laboral y cuya aplicación es, en muchas ocasiones, necesaria aclarar.
Como desarrollan en su obra Herramientas de mentoring, Ana Teresa Penim (Psicóloga Social, Coach y Mentor Coach por ICF) y Joao Alberto Catalao (Coach, Mentor Coach (ICF) y especialista en coaching ejecutivo), el papel de un "mentor es diferente al papel de un coach". Curiosamente, el primero se basa en algunas de las técnicas más trabajadas por el segundo para lograr su objetivo, aunque no todas.
Como aseveran nuestros expertos, "el coach no enseña, sino que ayuda a ser consciente del punto en el que se encuentra el coachee y hacia dónde quiere ir, facilitando la identificación de su potencial y de sus recursos, la obtención o el refuerzo de la autoestima, la eliminación de creencias limitantes, definición de objetivos, responsabilización, elaboración de planes de acción y evaluación de logros con el fin de llegar más lejos". No obstante, el coach ni ejemplariza ni recomienda.
La figura del mentor es, por tanto, muy diferente. Como se defiende en la obra de Penim y Catalao, la figura del ‘descubridor’ es capaz, por medio de sus conocimientos de "escuchar, preguntar, motivar, inspirar, desafiar, explicar, aconsejar, orientar y crear junto con su metee o cliente". Se da, por tanto, un proceso de transformación en el sujeto que se suma al enriquecimiento de su intervención. El mentor se convierte así en la figura de un descubridor y, a la vez, potenciador del sujeto en sí con el fin de crear una relación de confianza y empatía que potencie los resultados.
La tarea del mentor se desarrolla partiendo de dos bases principalmente: generar un entorno de confianza por medio de un ambiente favorable de respeto mutuo y crear una relación "flexible, energizante y seguro con su mentee". Una eficacia comunicacional que se desarrolla por medio de tres herramientas principalmente. La escucha activa, en la que el mentor debe centrarse en lo que le transmite la persona en cuestión, realizar preguntas poderosas y que revelen información, conocimientos, sentimientos y emociones para el mentor y una comunicación directa y eficaz durante la relación entre ambos actores en cuestión. Esta última implica también dirigir convenientemente los silencios empleándolos como espacio de reflexión.