¿Cómo influye la obesidad en los casos de asma?
La mayoría de los estudios demuestran que un peso excesivo es un factor de riesgo para el diagnóstico de este problema respiratorio
El número de afectados por asma no para de crecer en los países desarrollados. Y de igual forma pasa con los casos crecientes de obesidad. Estos incrementos de ambas patologías han llevado a realizar diferentes estudios sobre el grado de relación entre ambas. Y esa relación existe. “Coincidiendo con dicho incremento, numerosos trabajos han sugerido una relación entre asma y obesidad. Aunque la naturaleza exacta de esta asociación no se ha aclarado completamente, según los datos epidemiológicos publicados, la obesidad precede al asma, aumenta tanto su prevalencia como su gravedad y puede alterar la eficacia de los fármacos utilizados habitualmente para su tratamiento”, explica el doctor Julio Delgado, Presidente del Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Coincidiendo con el Día Mundial del Asma, que se celebra hoy 6 de mayo, hemos querido acercarnos a esta patología, que afecta en España a entre un 3% y un 7% de la población adulta. Además, es un problema que afecta especialmente a la infancia: la cifra es algo más elevada (entre un 5% y un 10%) en la población menor de 6 años. Los datos revelan, además, que en las últimas cuatro décadas se ha triplicado el número de casos de asma, convirtiéndose en un auténtico problema de salud pública.
Una peligrosa relación
Hay varios factores que pueden explicar la relación entre asma y obesidad. El primero, y puramente mecánico, es la reducción de la capacidad de adaptación o elasticidad pulmonar del sujeto asmático cuando aumenta de peso. Al ganar peso, se amplía el tejido adiposo y con ello la masa de tejido que se debe movilizar, mermando la ventilación pulmonar. Además, el propio tejido adiposo favorece una situación de inflamación crónica que repercute a nivel pulmonar. No se debe olvidar que el asma bronquial es, en sí misma, una enfermedad inflamatoria.
La mayoría de los estudios demuestran que la obesidad es un factor de riesgo para el diagnóstico de asma, con un incremento del 1,1 y 3 veces. En el estudio con mayor número de sujetos incluidos y con un seguimiento más prolongado (135.000 pacientes durante 21 años) la incidencia del asma aumentó un 10% y un 7% por unidad de incremento de Índice de Masa Corporal (IMC) en hombres y mujeres, respectivamente. Sin embargo, no siempre se confirma esta relación.
En población pediátrica, el estudio prospectivo más reciente realizado en niños (4.393 niños sin síntomas de asma durante los primeros dos años de vida, seguidos durante 14 años) demostró que en el grupo con un IMC elevado (por encima de percentil 85) a los dos años desarrolló asma en una proporción mayor que los niños incluidos con un IMC bajo. “Este dato confirma que la obesidad es un factor de riesgo para la aparición de asma durante la primera infancia, que es el momento en el que desarrollan la enfermedad una gran parte de los pacientes”, comenta el doctor Javier Ruiz Hornillos, Jefe de Unidad de Alergología en el Hospital Universitario Infanta Elena de Madrid. Por este motivo, “parece lógico pensar que la pérdida de peso mejorará el asma. Por eso, en el caso de estos pacientes, el tratamiento debe incluir un programa de control de peso”, apunta Delgado.
¿Los niños con asma pueden hacer deporte?
Muchos padres de niños asmáticos, dudan de si su hijo o hija por ser asmáticos no deberían de realizar ningún tipo de ejercicio físico, lo que, de forma paralela, llevaría al niño a tener un estilo de vida más sedentario. El empeoramiento del asma en niños al llegar a la adolescencia puede estar influenciado por su estilo de vida, el cual contribuye a un estrechamiento del tracto respiratorio, y que podría llevar a un asma severa a través de una reducción de la capacidad de extensión de los músculos bronquiales.
En este sentido, el doctor Ruiz Hornillos afirma que “merece la pena valorar los beneficios que en el niño asmático tendría el realizar un ejercicio físico de forma regular y moderada, en concordancia con sus características personales, el cual le permitiría disminuir la severidad del asma. Además, se ha observado una correlación entre el Índice de Masa Corporal y el aumento del consumo de corticoides inhalados y broncodilatadores de rescate”. Con control por parte del especialista, parece claro que el deporte no tiene por qué ser un inconveniente.
Asma y alergia
El asma es una enfermedad crónica respiratoria que cursa con episodios de tos, falta de aire y ruidos respiratorios provocados por obstrucción bronquial. “Esta obstrucción es característicamente reversible total o parcialmente, y el paciente puede estar temporadas sin desarrollar síntomas importantes. Sin embargo, es un error realizar el tratamiento antiasmático solo en los episodios de síntomas intensos, y, en general, un buen control de la enfermedad precisa de la realización de tratamiento de forma prolongada”, insiste el doctor Delgado.
Para conseguir un control de la enfermedad, es preciso realizar un diagnóstico correcto de la causa que origina el asma: en más de la mitad de los asmáticos adultos y en el 80% de los niños el asma tiene un origen alérgico. Tal y como apunta el doctor Delgado “ser alérgico es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de asma. Los alérgenos más relacionados con el asma son los pólenes, ácaros del polvo doméstico, hongos del ambiente y los epitelios de animales como perro, gato, caballo y roedores, aunque la importancia de cada uno de ellos es variable geográficamente”.
Muchos pacientes asmáticos no conocen el papel causa-efecto que estos alérgenos juegan en su enfermedad. Sin embargo, la inhalación de pequeñas cantidades diarias de estos agentes es la forma ordinaria por la que aumenta tanto la inflamación como la hiperrespuesta bronquial, que son las bases de la enfermedad asmática.
Por este motivo, la identificación del alérgeno causante del asma facilita medidas terapéuticas eficaces como intentar evitar dicho agente o el empleo de inmunoterapia en los casos en los que esté indicada. “Las vacunas son capaces de modular la respuesta alérgica y mejorar los síntomas respiratorios de estos pacientes. Estos aspectos del tratamiento deben completarse con fármacos (en su mayoría administrados por vía inhalatoria) para conseguir un control de la enfermedad que en la mayoría de los pacientes puede ser óptimo y permitir que el paciente asmático desarrolle sus actividades sin limitación”, concluye este experto.