Está considerada una enfermedad rara, pero lo cierto es que nos encontramos ante uno de los trastornos del sueño más habituales entre la población actual. Así, su prevalencia se estima entre 1/3.300 y 1/5.000. La edad de aparición varía entre los 10 y los 30 años, y es una enfermedad crónica, que dura toda la vida.
¿Cómo se manifiesta?
Es un trastorno del sueño de origen neurológico que se caracteriza por tres síntomas principales: una excesiva somnolencia diurna, ataques de cataplejía (pérdida del tono muscular) que suelen durar menos de dos minutos, y una fragmentación del sueño nocturno.
Así, el paciente suele sentirse amodorrado, bien continuamente o en diferentes momentos del día. Según los expertos, a veces la somnolencia es tan repentina y tan intensa que se denomina "ataque de sueño". Algunas personas pueden tener varios ataques de sueño durante el día y quedarse totalmente dormidos en cualquier momento y realizando cualquier actividad. Estos ataques de sueño pueden durar desde pocos minutos a más de una hora.
Aunque puede manifestarse durante todas las etapas de la vida, existen dos franjas de edad (a los 15 y a los 35 años) en las que la aparición de casos de narcolepsia es más frecuente. Como enfermedad crónica, no se manifiesta con un comienzo agudo, sino que se inicia poco a poco, como una leve somnolencia diurna, por lo que muchos casos pasan desapercibidos.
¿Y cómo se diagnostica?
El diagnóstico es relativamente fácil cuando todos los síntomas de la narcolepsia aparecen, pero si solo se presentan ataques de sueño y la cataplejía es suave o no ocurre, el diagnóstico es más difícil y a veces puede ser confundido con otros desórdenes. Según datos de la Federación Española de Enfermedades Raras, el tiempo promedio que transcurre entre la aparición de los primeros síntomas y el diagnóstico es de 10 años.
Una enfermedad crónica
Aunque su evolución es muy lenta, se trata de una enfermedad progresiva que tiene unas consecuencias muy importantes para el paciente, ya que acaba padeciendo una somnolencia severa que, de no ser tratada, repercute en aspectos como la capacidad de conducción, el rendimiento escolar y laboral, así como en su vida social y familiar.
Aunque se sigue trabajando para encontrarla, aún no existe cura, y los actuales tratamientos permiten controlar la sensación de somnolencia diurna a través de estimulantes del Sistema Nervioso Central, que evitan los ataques de cataplejía y permiten mejorar la calidad del sueño del paciente. El objetivo es intentar controlar los síntomas que condicionan la vida familiar, social, laboral o escolar del paciente.