Las caídas están muy asociadas a la edad. No es infrecuente que las personas ancianas las sufran y, además, el riesgo aumenta con la edad y de forma más acentuada en la mujer. Y, para complicar aún más la situación, es un problema en el que se suele ‘reincidir’: de los mayores que se caen, aproximadamente la mitad volverá a tener otra caída en el siguiente año. Es una paradoja, pero la caída es, por tanto, un factor de riesgo para sufrir nuevas caídas.
“Estudios epidemiológicos estiman que una de cada tres personas mayores de 65 años se cae al menos una vez al año”, comenta la doctora Carmen Pablos Hernández, geriatra del Hospital de Salamanca. “De éstos, entre el 1% y el 5% presenta lesiones graves como fracturas y otras complicaciones psicológicas, sociales y económicas de mayor envergadura”. Estas cifras aumentan hasta un 35% en mayores de 75 años y un 50% en mayores de 80 años.
Estamos, además, ante un problema que no siempre se diagnostica. ¿La razón? En numerosas ocasiones, los ancianos ocultan que se han caído porque simboliza torpeza e, incluso en algunos casos, por miedo a reprimendas. Además, en muchos casos, las caídas favorecen la búsqueda de una residencia o cuidadores, algo que limita su autonomía. Tal y como revela la especialista “a pesar de que, si la caída no tiene consecuencias físicas inmediatas el paciente no contacta con el centro sanitario, constituye el primer motivo por el que los mayores acuden a las Urgencias Hospitalarias de Traumatología”.
Múltiples consecuencias
Aproximadamente el 90% de fracturas de cadera, antebrazo y pelvis tienen como antecedente una caída. De hecho, la fractura de cadera es la más importante en la población anciana. Otras consecuencias comunes son contusiones, heridas, traumatismos craneoencefálicos, costales y abdominales.
“Muchas veces nos olvidamos, por un lado, de las secuelas que se derivan de la estancia prolongada en el suelo tras la caída (hipotermia, deshidratación, etcétera) y de la inmovilidad secundaria (contracturas, rigidez, úlceras por presión, trombosis, estreñimiento…)”, comenta la doctora Pablos.
Por otro lado, no debemos olvidarnos de las consecuencias socioeconómicas de las caídas: suponen mayor número de visitas al médico, a los Servicios de Urgencias, más ingresos hospitalarios, demanda de cuidadores familiares o externos y posiblemente una institucionalización de la persona.
Por si esto fuera poco, al impacto físico y económico hay que sumar el psicológico. “El miedo a caerse de nuevo y la pérdida de confianza pueden producir un deterioro funcional que se traduce en una disminución de la marcha, limitación para la realización de actividades básicas e instrumentales de la vida diaria y, en definitiva, de una pérdida de autonomía que aumenta la probabilidad de institucionalización del paciente”, explica la geriatra.
¿Por qué ocurren?
Las caídas pueden ser, en ocasiones, un claro indicativo de otras enfermedades subyacentes, casi siempre patologías infecciosas del sistema respiratorio o urinario, y descompensaciones de patología cardiorrespiratoria. Además existen patologías crónicas que facilitan las caídas en los ancianos, como la patología cardiovascular, neurológica-psiquiátrica u osteomuscular.
“En la mayoría de los casos el mayor se cae como resultado de unos factores intrínsecos (relacionados con el propio paciente) otros extrínsecos (derivados del entorno) y otros circunstanciales (dependientes de la actividad que se esté realizando)”, cuenta el doctor Alfonso González, geriatra en el mismo hospital.
¿Se puede prevenir?
Según la SEMEG, la prevención es una labor de concienciación individual y colectiva. Las personas mayores deben ser conscientes de que hay profesionales sanitarios entrenados en este tipo de problemas que pueden aconsejarles y disminuir en gran medida el riesgo de sufrir caídas o el impacto de sus consecuencias si ya ha ocurrido, deben contar su problema como hacen con el resto de las patologías.
“Los familiares tienen que aprender a respetar la autonomía de los ancianos y apoyarles en su toma de decisiones y reforzarles positivamente. Nunca debemos recriminar las caídas o adoptar una actitud paternalista o sobreprotectora. El mejor consejo es buscar una solución y enseñarle a corregir las ideas preconcebidas para que no vuelva a producirse”, concluye la doctora.