Haces deporte, disfrutas en compañía de tus amigos o tu familia, y te refrescas en los calurosos días de verano. ¿No te apetece lanzarte a la piscina? Nadar es uno de esos grandes placeres que nos ofrece la época estival. Sin embargo, hay que tomar una serie de sencillas precauciones para que esos momentos bajo el agua sean aún mejores.
• Cuidado con los hongos. Son unos de los grandes enemigos de nuestra salud en las piscinas. Por ello, es importante usar zapatillas de baño de uso exclusivo para la piscina, para evitar contagios. Además, cuando se salga del agua, hay que secarse a fondo entre los dedos de los pies.
• Infecciones de oído. Conviene secarse los oídos con cuidado tras la sesión de natación, pero siempre sin llegar a entrar dentro del conducto auditivo. Con este sencillo gesto, se contribuye a prevenir las típicas otitis veraniegas.
• El calentamiento. Si se va a nadar en serio, hay que calentar. Esto se puede hacer bien realizando unos largos tranquilos o bien corriendo o andando a buen paso. Lo importante es que el cuerpo eleve su temperatura ligeramente.
• Ojo con los cortes de digestión. Ten en cuenta que el corte de digestión no se puede producir tan sólo tras la comida, sino también si se ha hecho mucho ejercicio o se está muy acalorado por cualquier razón.
• Higiene. Antes de entrar al agua, hay que darse una ducha. No está de más volver a darse otra al salir. Y hay que llevar gorro de baño, especialmente si se tiene el pelo largo.
• Con precaución. No se debe correr ni jugar alrededor del recinto de la piscina para evitar caídas, resbalones y cualquier tipo de accidente similar. Y ojo con las zambullidas demasiado bruscas. Pueden generar lesiones si se realizan sin cuidado.
• Y además... Aunque parece obvio, no está de más recordarlo: no se debe acudir a una piscina pública mientras se padezca alguna enfermedad infecciosa o contagiosa.