Casi la mitad de los diagnósticos de cáncer de próstata son innecesarios

Los expertos proponen prescindir del tratamiento en algunos casos

Por hola.com


Entre un 30 y un 40 por ciento de los diagnósticos de cáncer de próstata son innecesarios. Así lo manifestaba  el doctor Bernardino Miñana, coordinador del Grupo de Uro Oncología de la Asociación Española de Urología, el pasado mes de abril en el I Foro Integral sobre cáncer de próstata, cuando señalaba el reto de evitar diagnósticos innecesarios en pacientes con bajo riesgo como uno de los principales problemas de los expertos en este campo.

El objetivo: no comprometer la calidad de vida de los pacientes con tratamientos innecesarios. El cáncer de próstata es un tumor con una incidencia similar al de mama en la mujer: actualmente en España se diagnostican más de 20.000 nuevos casos al año, y restringir los márgenes de diagnóstico podría ser una de las claves para mantener la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud, en un momento como el actual, que obliga a racionalizar recursos.

Las dos pruebas que ponen al urólogo sobre la pista de un posible tumor prostático son la palpación de la próstata a través de tacto rectal, y la determinación del antígeno prostático en sangre, una prueba que consiste en un simple análisis (se conoce con el nombre de PSA), y que permite diagnosticar a nueve de cada diez pacientes en un estadio temprano.

Sin embargo, el consenso se rompe cuando lo que se plantea es si merece la pena someter a todos los hombres mayores de 50 años a estas pruebas, igual que se hace con las mamografías, ya que son pocos los que, por la naturaleza de su tumor, acaban falleciendo a causa de él. La tendencia a realizar un PSA generalizada ha provocado que entre un 30 y un 40% de los nuevos casos se detecten en pacientes con un riesgo muy bajo, cuando en realidad el objetivo es diagnosticar cánceres que vayan a comprometer la vida del paciente.

El temor que produce la enfermedad hace que muchos urólogos y los propios pacientes prefieran abordarlo. En este grupo de pacientes, los expertos apuntan a que lo más razonable sería hacer un seguimiento activo y no recomendar ningún tratamiento si la esperanza de vida es superior a diez años, realizando biopsias periódicamente para detectar si se produce un cambio de tamaño, y evitando con ello la incontinencia y la disfunción eréctil asociadas a la cirugía radical.