Hábitos saludables para un corazón ¡sano!
En el Día Europeo de Prevención del Riesgo Cardiovascular, los expertos apuntan que un elevado porcentaje de infartos se podría prevenir cambiando de hábitos
¿Sabías que el 90% de los infartos se pueden prevenir? La cifra es abrumadora, pero así de contundentes se muestran en la Fundación Española del Corazón. Y, si vamos más allá, la constatación de este dato supone un pequeño tirón de orejas a nuestros hábitos, pues son, no hay duda, los ‘culpables’ de un buen número de dolencias cardiovasculares.
Con motivo del Día Europeo de Prevención del Riesgo Cardiovascular, que se celebra hoy, la Fundación Española del Corazón (FEC) recuerda que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en los países desarrollados y provocan el 40% de las defunciones que se producen en Europa y el 31,2% de las que tienen lugar en España. La principal causa de estos fallecimientos es el infarto de miocardio, que representa más del 50% de la mortalidad cardiovascular total, seguido de cerca por el ictus, que causa aproximadamente un tercio de la misma.
Cambiar de hábitos
“La mejor forma de luchar contra la enfermedad cardiovascular es evitar que aparezca y la prevención se basa en una buena información”, declara el doctor García Donaire, experto en Riesgo Cardiovascular del Hospital USP San Camilo de Madrid, que afirma que requiere de un cambio de mentalidad, comenzando por la educación de los menores en los hábitos cardiosaludables.
En la mayoría de los casos, estos problemas se asocian a factores de riesgo clásicos conocidos y, en una proporción alta, modificables y prevenibles, como son el tabaquismo, el colesterol elevado, la hipertensión, la diabetes y la obesidad. Así, en el 90% de los infartos se puede identificar un factor de riesgo cardiovascular evitable y potencialmente reversible, entre los que el más importante es el tabaco, pero también una dieta insana y la falta de ejercicio físico.
“El 80% del riesgo de infarto se puede eliminar solo dejando de fumar, con ejercicio físico regular y una dieta sana, rica en frutas y verduras, lo que no es difícil ni es caro. No hace falta gastarse dinero en medicamentos, sino hacer un cambio en los hábitos de vida y concienciarse de que debe ser así”, destaca el Dr. Alfonso Varela Román, secretario general de la SEC y cardiólogo del Centro Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.
“Esta disminución del 80% del riesgo de infarto, por no fumar, hacer ejercicio y seguir una dieta sana, se consigue porque estas medidas inciden directamente en otros factores de riesgo: reducen la hipertensión arterial, los lípidos (el colesterol y los triglicéridos) y previenen la diabetes o mejoran su control, si ya se ha instaurado”, añade el Dr. Varela Román.
Grupos de riesgo
“El principal grupo de riesgo lo componen directivos y altos ejecutivos sometidos a tasas de estrés elevadas; y más aún si llevan un estilo de vida sedentario, frecuentes comidas fuera de casa, tienen sobrepeso y consumen habitualmente tabaco y alcohol…”, añade el doctor García Donaire, quien constata que el estrés provocado por la actual crisis económica -tanto de los empleados por mantener su puesto como de los desempleados- ha disparado la posibilidad de sufrir episodios cardiovasculares. "Varios estudios han demostrado de forma directa la relación entre un mayor estrés psicológico y el desarrollo de ictus", asegura. Y es que, además de los factores de riesgo cardiovascular clásicos anteriormente comentados, el estilo de vida actual está conduciendo a la aparición de nuevos factores de riesgo cardiovascular, como la apnea del sueño, el estrés, la contaminación o el consumo de drogas, que también hay que evitar y controlar.
Varios factores de riesgo=cóctel peligroso
La mayoría de las veces el riesgo cardiovascular de una persona no se debe a un solo factor, sino a varios. En estos casos, el riesgo cardiovascular resultante de estos factores no es una suma de los mismos, sino que se multiplica.
La conjunción de varios factores de riesgo en un mismo individuo (alteración de las cifras de la presión arterial, los niveles de colesterol y de los lípidos altos y diabetes) junto a la obesidad abdominal se ha denominado síndrome metabólico, y cada vez es una realidad más frecuente y preocupante. De hecho, la obesidad suele interrelacionarse con todos esos factores y, a menudo, es la causa de que todos estos parámetros se alteren.
Desde el punto de vista de la salud cardiovascular, el tipo de obesidad más peligrosa es la obesidad abdominal u obesidad central, es decir, el exceso de grasa que se acumula en torno a la cintura y que favorece la acumulación de grasa alrededor de distintos órganos como el hígado (obesidad visceral). En los hombres, la medida de la cintura no debe exceder de los 102 centímetros, mientras que las mujeres no deben tener más de 88 cm de cintura.
Está en tu mano
Sabemos las cifras, conocemos los factores de riesgo... ¡sólo hay que ponerse manos a la obra! Practicar ejercicio físico de intensidad moderada regularmente, como pasear a buen ritmo entre 30 y 60 minutos diarios, al menos 5 días por semana y seguir una dieta sana y cardiosaludable son dos pilares fundamentales para prevenir el sobrepeso, la obesidad y, en particular, la obesidad abdominal. El Fitness Manager de Caroli Health Club, Alejandro Escudero, detalla que es necesaria “la práctica de ejercicio suave y mantenido”. “La natación, las carreras de fondo o el ciclismo son algunas de las actividades que podemos realizar para evitar los factores de riesgo cardiovasculares, siempre que no tengamos ninguna enfermedad que nos lo impida. Al no tener un gran desgaste de glucosa inmediato, sino que es mas mantenido, les ayudará a regularla más y a mejorar el metabolismo”, explica Escudero. Por el contrario, “otros deportes más anaeróbicos, es decir, aquellos que requieren una fuerza muscular explosiva son menos recomendables”.
Obesidad abdominal y obesidad general
Para combatir la obesidad abdominal, los hombres deben mantener su cintura por debajo de los 102 cm de perímetro y las mujeres por debajo de 88 cm. Y, para combatir la obesidad en general, hay que conocer el índice de masa corporal (IMC), el principal indicador de cuál es nuestro peso corporal. El IMC se obtiene a partir del peso y la altura de cada individuo, indica si una persona tiene un peso insuficiente, normal, sobrepeso u obesidad en distintos grados. Puedes ver cuál es tu IMC en nuestra calculadora.
Los chequeos, una buena costumbre
Además de seguir unos hábitos de vida cardiosaludables para evitar la obesidad, la FEC también recomienda que, a partir de los 40 años, se acuda al médico cada cierto tiempo para conocer los factores de riesgo de cada uno. Así, con la medida de la presión arterial y un análisis de sangre se puede saber si la presión arterial, los lípidos y la glucosa (azúcar) en sangre se encuentran dentro de los parámetros de normalidad, que, en población general, se sitúan en 90 mmHg y 140 mmHg para las cifras de presión arterial, menos de 200 mg/dl para el colesterol LDL y la hemoglobina glicosilada, que debe estar por debajo del 7%, para valorar la glucemia. En personas que ya han sufrido un primer infarto de miocardio, los objetivos de control de estos parámetros son más estrictos y todas estas cifras todavía deben estar más bajas.
En caso de que se detecte un factor de riesgo alterado, casi siempre es posible actuar para corregirlo y contrarrestar el riesgo cardiovascular. “Hoy disponemos de un arsenal terapéutico importante para controlar estos factores de riesgo. Es importante que una persona que tiene las cifras de presión arterial altas lo sepa, porque así lo podrá corregir”, subraya el Dr. Varela Román.