Un inesperado dolor de cabeza, una inflamación de garganta, un dolor muscular... Situaciones habituales frente a las que no solemos ir al médico, y recurrimos, sin receta previa, a algún medicamento que nos alivie estos síntomas. Frente a dolores conocidos y problemas comunes, lo cierto es que solemos recurrir a ellos y normalmente con éxito. La cosa se complica con determinados medicamentos -por ejemplo los antibióticos- y con posibles interacciones entre determinados principios activos. No hay que olvidar que son sustancias beneficiosas para la salud y eficaces en su función, pero, eso sí, siempre que se empleen adecuadamente, pues tienen aplicaciones específicas para tratar determinados síntomas, necesitan unas dosis correctas y tienen un ritmo y un tiempo de aplicación para que sean eficaces. Todas estas circunstancias hacen que la indicación y la utilización de los medicamentos deban ser realizadas por una persona experta, ya sea su médico o su farmacéutico.
Además, no hay que olvidar que los medicamentos pueden actuar de forma diferente en unas y otras personas con más o menos sensibilidad o resistencia a ellos. Además, en mayor o menos medida, todos tienen efectos colaterales o secundarios. Por todo ello es importante recordar que la automedicación representa un grave riesgo para la salud. Tomar una medicina porque a alguna persona le sentó bien o porque se ha oído que 'es buena' para algo es un error. Los medicamentos son eficaces y beneficiosos cuando se utilizan bajo prescripción y control médicos. De lo contrario, pueden resultar peligrosos.
Los españoles gastan mucho dinero en automedicación, invertido, sobre todo, en analgésicos, antibióticos, antiinflamatorios y tranquilizantes. Todos ellos tienen riesgos para la salud si se toman sin control médico. Pueden dar origen a reacciones adversas, toxicidad, resistencias, reacciones secundarias no deseadas, intoxicación y, en algunos casos, se puede llegar a la dependencia.
Analgésicos. El ácido acetilsalicílico (la aspirina), el paracetamol y el ibuprofeno son los fármacos que más se utilizan. Además de analgésicos son todos ellos antitérmicos. El dolor de cabeza, el dolor de espalda, el cansancio y los dolores articulares son las patologías que más demandan su uso. La aspirina tiene como riesgo principal la alteración de la mucosa gástrica (gastritis erosiva) con sangrado agudo. Además puede producir hipoglucemia y disminución de la coagulación de la sangre. Está desaconsejada en niños pequeños por el riesgo de potenciar el síndrome de Reye (un daño cerebral súbito agudo, que va unido a problemas hépáticos, de causa desconocida, pero que parece estar relacionado con el consumo de ácido acetilsalicílico en los más pequeños). Por su parte, el ibuprofeno también puede afectar al aparato digestivo, aunque en menor grado que la aspirina. Y la hiperdosificación del paracetamol puede alterar la función hepática.
Antibióticos. Los errores más frecuentes en la automedicación con antibióticos son la duración del tratamiento y la indicación del mismo. La interrupción prematura del tratamiento (que debe durar al menos siete días) es un error habitual que da lugar a resistencias bacterianas, que perjudican al paciente y a futuros usuarios de ese mismo fármaco. El abuso en la toma de antibióticos sin indicación médica suele realizarse en los procesos febriles, que normalmente tienen un origen vírico, para los que no son efectivos y, por lo tanto, innecesarios.
Antiinflamatorios. Son indicados normalmente para enfermedades reumáticas, traumatismos y dolores musculares y articulares. La mayoría de los antiinflamatorios tienen un efecto lesivo sobre la mucosa gástrica. El uso indiscriminado de estos preparados puede alterar el aparato digestivo, retener líquidos y alterar la función hepática renal. Su uso debe ser controlado y dirigido por un especialista.
Tranquilizantes. Los medicamentos tranquilizantes, ansiolíticos y antidepresivos son algunos de los más utilizados. Su uso abusivo crea graves problemas personales y sociales. Producen dependencia cuando se toman por largo tiempo y sin control de un especialista, y pueden dar lugar a graves alteraciones del sueño, del comportamiento y de la personalidad.