Lavarse las manos con frecuencia y no tocarse a menudo los ojos o la nariz. Así, evitaremos el contagio. Al sonarse la nariz, estornudar o toser, tenemos contacto con gérmenes y después tocamos todo tipo de objetos y personas.
Evitar el estrés. Se ha demostrado que el estrés es un factor importante de descenso en la actividad del sistema inmune. Al disminuir esta actividad, somos más propensos a enfermar.
Mantener un buen estado general de salud. Disfrutar de una dieta equilibrada, ingiriendo mayor cantidad de frutas y verduras y practicar deporte con regularidad, puede ayudarnos a prevenir el contagio y, en el caso de resfriarnos, disminuye el riesgo de complicaciones asociadas al proceso catarral.
Practicar inhalaciones aromáticas (mentol y eucalipto). Alivia los síntomas, aumenta la secreción de la mucosa y facilita el paso del aire a través de los senos nasales. Se consigue también una acción expectorante. Se ha demostrado el efecto beneficioso del mentol, que proporciona alivio a los síntomas respiratorios.
Utilizar humidificadores para el ambiente. Facilitan la excreción de la mucosidad.
Tomar un baño caliente. Favorece la descongestión nasal.
Pasear. Ayuda al sistema inmune a hacer circular los anticuerpos que combaten la infección.
Protegerse contra el frío. El sistema inmune se centra únicamente en combatir el resfriado y no desplaza energía para evitar el frío.
Hacer gárgaras con agua salada. Alivia la garganta irritada.
Evitar el alcohol y el tabaco. El sistema inmune responde mejor así al tratamiento sintomático.
Huir de los espacios cerrados donde se agrupa mucha gente. Puede evitar el contagio del virus.