Cóctel de salud
Las vitaminas claves para la belleza de la piel
Si observamos atentamente el mercado cosmético, parece que no hay crema completa si no incluye vitaminas, como si fueran el bálsamo de Fierabrás, capaz de curar todo mal. Lo cierto es que, si bien no hacen milagros ni quitan diez años de golpe, existen muchas y buenas razones para convertirlas en parte de los tratamientos faciales.
Vitamina E, la reina de los antioxidantes. Ahí donde la ven, la discreta vitamina E es toda una campeona de lucha libre en su pelea contra los radicales libres. Ella solita desempeña un importante papel en la salvaguarda de los lípidos de la piel frente a todo tipo de agresiones, especialmente la radiación solar, y, como un caballero andante de reluciente armadura, ayuda a reponer los huecos que se forman en la muralla protectora de la piel, defendiendo su integridad.
Diversos estudios han demostrado que la ingesta de vitamina E de forma oral, sea en la dieta diaria o mediante suplementos vitamínicos, no basta para proteger hasta la última capa de la piel. Generalmente, a la epidermis no le llega la cantidad de vitamina suficiente para que pueda disfrutar de sus beneficios al cien por cien, por lo que conviene armarse de ella mediante la aplicación tópica en forma de cremas. Son muchos los productos ricos en vitamina E, especialmente recomendados para pieles en la veintena y primera treintena.
Vitamina C, fuente de luz. Los expertos conocían desde hace décadas los efectos positivos de la vitamina C sobre la piel. No sólo es un excelente y poderosísimo antioxidante, que ayuda a preservar su juventud, sino que además mejora la microcirculación cutánea y aporta luminosidad, lo que la hace perfecta para animar cutis apagados. Tanta perfección tenía un problema: la vitamina C es sumamente inestable, y era casi imposible incluirla en una crema y asegurar su eficacia. Del mismo modo que un zumo de naranja se debe consumir recién hecho para que no pierda los beneficios de la vitamina C, ésta se resistía a soportar que la encerraran en un cosmético.
Afortunadamente, los laboratorios cosméticos han hallado trucos para conservar todas sus propiedades.
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Vitamina E, la reina de los antioxidantes. Ahí donde la ven, la discreta vitamina E es toda una campeona de lucha libre en su pelea contra los radicales libres. Ella solita desempeña un importante papel en la salvaguarda de los lípidos de la piel frente a todo tipo de agresiones, especialmente la radiación solar, y, como un caballero andante de reluciente armadura, ayuda a reponer los huecos que se forman en la muralla protectora de la piel, defendiendo su integridad.
Diversos estudios han demostrado que la ingesta de vitamina E de forma oral, sea en la dieta diaria o mediante suplementos vitamínicos, no basta para proteger hasta la última capa de la piel. Generalmente, a la epidermis no le llega la cantidad de vitamina suficiente para que pueda disfrutar de sus beneficios al cien por cien, por lo que conviene armarse de ella mediante la aplicación tópica en forma de cremas. Son muchos los productos ricos en vitamina E, especialmente recomendados para pieles en la veintena y primera treintena.
Vitamina C, fuente de luz. Los expertos conocían desde hace décadas los efectos positivos de la vitamina C sobre la piel. No sólo es un excelente y poderosísimo antioxidante, que ayuda a preservar su juventud, sino que además mejora la microcirculación cutánea y aporta luminosidad, lo que la hace perfecta para animar cutis apagados. Tanta perfección tenía un problema: la vitamina C es sumamente inestable, y era casi imposible incluirla en una crema y asegurar su eficacia. Del mismo modo que un zumo de naranja se debe consumir recién hecho para que no pierda los beneficios de la vitamina C, ésta se resistía a soportar que la encerraran en un cosmético.
Afortunadamente, los laboratorios cosméticos han hallado trucos para conservar todas sus propiedades.