Seguro que nadie se sorprende si contamos que el agua forma parte esencial de la belleza. No sólo eso: también de la salud. Mantener un buen nivel de hidratación es vital para sentirse bien, tanto por dentro como por fuera. Este es quizás el primer y más importante paso para mantener la piel flexible y jugosa, y resistir el embate del tiempo. Los cambios propios del verano (sol, aire acondicionado, calor, etc.) alteran el equilibrio habitual de la piel, y requieren un reajuste de la rutina diaria para adaptarla a esas nuevas condiciones.
El calor y la piel
"El ser humano no tiene nunca la misma piel", explica el Dr. Francesc Balaguer, jefe de proyectos de la división Prestige Brands del grupo Puig. "Se adapta a las diversas condiciones que encuentra, tanto propios como de su entorno, y cambia mucho. Por eso, se modifica dependiendo de factores internos, como puede ser la edad; o externos, como el grado de humedad. En verano, en principio, la piel está menos seca porque con el calor se dilatan los poros, se suda más, y eso a su vez, hace que se arrastre más sebo desde el interior de la piel hacia el exterior, y la piel quede más protegida. Pero a su vez, son muy comunes hábitos que, por el contrario, la secan, tales como el exceso de sol o los baños largos, sea en agua salina o en agua clorada". Es decir: lo que el verano pone por un lado, por otro lo quita. Eso, por no hablar además del aire acondicionado, elemento omnipresente en la vida urbana estival y factor de deshidratación por excelencia.
Evitar la deshidratación
Las palabras del Dr. David Orentreich, dermatólogo de los laboratorios Clinique, explican cuáles son los motivos más frecuentes para que la piel pierde esa agua que tanto necesita. "Incluso una persona con el cutis graso puede experimentar periodos o situaciones en los que su piel se deshidrate. Normalmente, las causas que lo motivan son la exposición a un aire muy seco a un fuerte viento; tomar el sol en exceso, una limpieza exagerada sin lubricar correctamente la piel; altitudes altas; los climas con bajo nivel de humedad; beber alcohol; fumar; tener fiebre o no ingerir el líquido suficiente". Y varios de estos factores se suelen producir en verano, y deben tenerse en cuenta para contrarrestarlos y evitar que la piel pierda tan preciado elemento.