¿Sabía que, según las estadísticas, un niño se ríe como media unas 300 veces al día, mientras el adulto más risueño no llega al centenar de sonrisas? Efectivamente, el tiempo, las preocupaciones del día a día, las responsabilidades, etc, hacen que el hecho de reír se convierta en un acto menos habitual en la vida adulta. Una verdadera lástima, especialmente si tenemos en cuenta la gran cantidad de beneficios que tiene para la salud troncharse de risa: se liberan endorfinas, se segrega adrenalina, es un anestésico contra el dolor, puede cuadriplicar la capacidad pulmonar, acelerar el ritmo cardíaco, estimular la circulación sanguínea, disminuye el nivel de estrés, incluso, quema calorías (no hay que olvidar que, con una carcajada, ponemos en funcionamientos 400 músculos, no sólo faciales sino también abdominales y torácicos. De ahí la aparición de agujetas cuando la risa es muy prolongada, como si del mejor ejercicio de gimnasia se tratara).
Unos beneficios bien conocidos desde hace siglos y que, sin duda, se han convertido en la principal causa del gran éxito que están cosechando los talleres de risoterapia, impartidos en lugares como centros cívicos, hospitales, centros penitenciarios o empresas en las que los empleados necesitan liberar tensiones. En estos talleres, los risoterapeutas enseñan técnicas y juegos para recuperar esa risa perdida que tan saludable resulta. Y todo ello, sin drogas, fármacos o estimulante alguno.
Así que, ya lo sabe; la próxima vez que se encuentre tenso, estresado o bajo de ánimo, no lo piense dos veces e intente sonreír. Su salud, tanto física como psíquica, se lo agradecerá.