Parecía que nunca iba a llegar, pero ya estamos en verano. Desde la pasada madrugada, hemos entrado en la estación más calurosa del año. Una época que tiene sus consabidas ventajas (vacaciones, fiestas, descanso, más horas de luz...), pero también su parte negativa, plasmada en las altas temperaturas, a veces sofocantes y difíciles de llevar. De hecho, el año pasado se batieron algunos récords y el verano del 2003 se recuerda como el más caluroso de los últimos 500 años en Europa, lo que ocasionó miles de fallecimientos en diferentes países europeos, incluido España.
El grave problema que generó esta ola de calor ha llevado al Ministerio de Sanidad a poner cartas en el asunto ante una situación que, debido al cambio climático, parece ser que va a ser la habitual en los próximos años. Así, ha elaborado un Plan de Prevención de la Ola de Calor, que tiene como objetivo prevenir los efectos de las elevadas temperaturas sobre la salud y que estará activado hasta el próximo 1 de octubre. Incluye el lanzamiento de una campaña de información para facilitar a los ciudadanos consejos útiles para prevenir los efectos de una posible elevación de las temperaturas y hace hincapié en aquellos sectores más vulnerables, como ancianos, niños, personas con patologías crónicas y colectivos sociales desfavorecidos.
Y también se han puesto manos a la obra las comunidades autónomas y, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid se ha activado un plan hasta el próximo 30 de septiembre que tiene como objetivo vigilar a la población más vulnerable y que repartirá 30.000 trípticos en centros de mayores, servicios de ayuda a domicilio, juntas municipales, hospitales y farmacias. En ellos se propone tomar una serie de medidas básicas para intentar luchar contra los efectos del calor excesivo, como pueden ser evitar salir a la calle en las horas centrales del día, las comidas copiosas e ingerir abundante agua.
Todo, para evitar sufrir problemas como la insolación, la deshidratación o el golpe de calor, el problema más grave. Éstos tienen su origen en una dificultad de adaptación del organismo a una circunstancia ambiental, como es el calor extremo, pero mientras que en la insolación existe el antecedente de una exposición prolongada al sol y se acompaña de graves alteraciones cutáneas, en el golpe de calor no es indispensable haber estado expuesto al sol y, por lo tanto, estas manifestaciones externas no se presentan, aunque sí aparecen todos los demás síntomas de la insolación.