Cirugía contra la obesidad: todo lo que debe saber
Es fundamental que el paciente que se va a someter a la operación esté bien informado
Pasar por el quirófano siempre lleva consigo un riesgo que, en el caso de los obesos mórbidos, es aún mayor, debido, en parte, a todas esas patologías asociadas a su obesidad. De hecho, no todas las personas cumplen los requisitos necesarios para que un cirujano especializado les realice una gastroplastia. Tienen que tener un índice de masa corporal (IMC) superior a 40, o a 35, en el caso de que existan comorbilidades serias (si quiere calcular su índice de masa corporal, pulse aquí). Lo ideal es que el paciente tenga entre 18 y 55 años y que no haya obtenido éxito con el resto de tratamientos de adelgazamiento a los que se haya sometido. Pero, por encima de todo, debe estar bien informado.
En primer lugar, de los peligros que encierra la intervención a corto, medio y largo plazo. Según la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad (SECO), el riesgo de mortalidad de este tipo de intervención está entre el 1 y el 2%, y entre las complicaciones se encuentran infecciones, fístulas, peritonitis, fugas, úlceras, problemas respiratorios o trombosis venosas, problemas que, en ocasiones, son difíciles de detectar. Además, los especialistas insisten en que los problemas aumentan cuando una primera operación ha dado problemas y es necesario volver a pasar por el quirófano.
Pero ha de estar informado también de que su estilo de vida va a cambiar de forma muy evidente tras la operación, sobre todo en lo que a costumbres alimenticias se refiere, pues la forma de comer cambia de forma radical. Así, el paciente ha de comer en pequeñas cantidades, varias veces al día y teniendo que masticar muy bien cada bocado. Además, debe ser consciente de que no se opera para perder peso, sino para mejorar su calidad de vida y la situación de las enfermedades derivadas de la obesidad que padece. Y ha de ser consciente de que su relación con el médico no termina en el momento en el que recibe el alta médica, pues el control sanitario se prolonga de por vida, por lo que la constancia es un dato fundamental. Por ello, conviene sopesar los riesgos y los beneficios de la cirugía en cada caso.
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En primer lugar, de los peligros que encierra la intervención a corto, medio y largo plazo. Según la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad (SECO), el riesgo de mortalidad de este tipo de intervención está entre el 1 y el 2%, y entre las complicaciones se encuentran infecciones, fístulas, peritonitis, fugas, úlceras, problemas respiratorios o trombosis venosas, problemas que, en ocasiones, son difíciles de detectar. Además, los especialistas insisten en que los problemas aumentan cuando una primera operación ha dado problemas y es necesario volver a pasar por el quirófano.
Pero ha de estar informado también de que su estilo de vida va a cambiar de forma muy evidente tras la operación, sobre todo en lo que a costumbres alimenticias se refiere, pues la forma de comer cambia de forma radical. Así, el paciente ha de comer en pequeñas cantidades, varias veces al día y teniendo que masticar muy bien cada bocado. Además, debe ser consciente de que no se opera para perder peso, sino para mejorar su calidad de vida y la situación de las enfermedades derivadas de la obesidad que padece. Y ha de ser consciente de que su relación con el médico no termina en el momento en el que recibe el alta médica, pues el control sanitario se prolonga de por vida, por lo que la constancia es un dato fundamental. Por ello, conviene sopesar los riesgos y los beneficios de la cirugía en cada caso.