La obesidad se ha convertido en uno de los problemas que más preocupa a las autoridades sanitarias de todo el mundo, y no es extraño en vista de los datos que indican que la situación empeora, alcanzándose en algunos países situaciones extremas.
Es el caso de la obesidad mórbida, dolencia que padecen cada vez más personas y que consiste en un sobrepeso extremo que pone en peligro la vida del paciente, debido a una serie de patologías asociadas (llamadas comorbilidades), que van desde la hipertensión a la diabetes, pasando por los problemas cardiovasculares o la insuficiencia respiratoria.
Ante esta situación extrema, algunos pacientes optan por pasar por el quirófano para tratar de mejorar su deteriorada calidad de vida. Se someten a lo que se conoce como cirugía bariátrica, que no es sino una reducción de estómago para acabar con un problema que no puede abordarse desde otras perspectivas. Se trata de una operación que en los últimos años se ha puesto de moda, siendo una de las intervenciones más demandadas y con mayor lista de espera en los hospitales, cuando hace años era prácticamente anecdótica la realización de estas cirugías.
Por ello, el paciente que decide someterse a esta intervención debe tener muy claro que, ante todo, se encuentra ante una cirugía mayor que como tal, implica una serie de riesgos que el paciente ha de asumir. No se trata de alarmar a la población, preocupada ante los múltiples casos de fallecimientos acaecidos en los últimos meses, sino de examinar los riesgos que conlleva una técnica que, todo hay que decirlo, es cada vez más eficaz.
Los especialistas insisten en que la cirugía bariátrica no es una cuestión estética, en la que se pasa por el quirófano durante unas horas y sales con kilos de menos dispuesto a lucir la figura que antes no tenía. Es una solución para un problema grave que puede deteriorar hasta límites insospechados la calidad de vida de los que la padecen.