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Egue y Seta ha conseguido transformar un local comercial de 200 metros cuadrados en un amplio loft donde vivir. Una de las claves, recurrir a los muros ciegos y las transparencias.
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El proyecto de Egue y Seta se resume diciendo que con apenas 10 metros lineales de pared es posible articular las estancias más íntimas (en la imagen, el dormitorio) con las más sociales en una casa de casi 200 metros cuadrados.
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El cuarto de baño se distribuye de forma simétrica para ofrecer dos inodoros, y dos zonas de tocador independientes, separados por un amplísimo plato de ducha.
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El cabecero hace las veces, entre otras cosas, de separador. Tras él, un vestidor de líneas puras fabricado en laminado gris al que se accede por ambos lados.
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Nada más entrar, sorprende una “pecera” sin peces, pero abarrotada de vegetación: arbustos de diferente altura sobre un lecho de corteza de pino. La casa rodea este jardín.
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La cocina técnica e industrial ofrece una imagen limpia y sofisticada gracias a las grandes superficies verticales de acero inoxidable. Para aportar la calidez, se han colocado encimeras de madera.
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El cabecero de la cama destaca por su diseño fabricado a medida en roble natural y rejilla de alcantarillado. Es a la vez canapé, mesa de noche, cabecero iluminado, tabique divisorio y armario zapatero en su cara posterior.
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