Una casa moderna, pero con pasado rústico
La rehabilitación de esta casa en Formentera juega con la sencillez y el respeto por el entorno, logrando una muestra real de la belleza de la austeridad. Ya se sabe, a veces, menos es más
Esta casa, Can Manuel de’n Corda, es un claro ejemplo de que si algo es bueno en sí mismo es importante preservarlo. Situada en Formentera, su fachada noroeste tiene la mirada puesta en el islote de Es Vedrá de Ibiza, esta casa logra conciliar su pasado agrícola con un modernismo actual y sin complejos. La impresionante rehabilitación (busca en nuestra galería de imágenes el proyecto original) llevada a cabo por los arquitectos Marià Castelló (m-ar.net) y Daniel Redolat logra hacerlo, sin perder por el camino la unión (ya se sabe que hace la fuerza) con el entorno que la rodea.
Mantener la esencia natural
Integrarla en el entorno que la rodea y ampliar sus proporciones, sin perder la identidad de la arquitectura balear fueron dos de las premisas con las que partieron. Así, de 100 metros cuadrados iniciales se han creado casi 600 m2 y todo ello en armonía con la construcción y el espíritu original. Después había que integrarla en el paisaje de pinos y sabinas que la rodea (la parcela es de 19.000 m2) y hacerle parte de él. En este proceso, se ha conservado la vegetación existente y se ha ‘cicatrizado’ la herida del proceso de construcción mediante vegetación autóctona, que necesita poco mantenimiento.
Distribuciones y mobiliario al servicio de la decoración
Piedra, madera, acero y fibras naturales son protagonistas de los espacios, poniendo su nota más personal. Los muros de piedra seca y la cubierta inclinada a dos aguas dan cobijo a espacios abiertos y fluidos, sin límites visuales que entorpezcan la comunicación entre ellos. En ellos, los materiales naturales, como las fibras, imprimen su toque cálido al ambiente, buscando ese concepto de hogar, capaz de aportar sensación de confort.
La elección del mobiliario, limitado a la mínima expresión, muestra también este respeto por la esencia del proyecto, pero sin olvidar la funcionalidad y el encanto del interiorismo actual. “De forma que incluye clásicos del diseño mediterráneo, como los sillones Torres Clavé o la luminaria Cesta de Miquel Milà, con sillas tradicionales de esparto, realizadas por artesanos locales, y muebles diseñado a medida y realizado, mayormente, en madera de iroko con acabado natural”, puntualizan desde el estudio Marià Castelló.
Interiores minimalistas con poder de seducción
Sí, aunque resulte difícil de creer o, incluso, parezcan conceptos contrarios, lo cierto es que el minimalismo encierra en esta vivienda magia y encanto. El blanco, lechoso y puro, se apodera de las paredes, de la ropa de hogar, de los muebles de obra del dormitorio… Y este universo blanco, lejos de resultar frío y desangelado, se llena de luminosidad y de calidez gracias a la luz solar que se cuela por sus grandes ventanales; la iluminación artificial con luminarias y apliques generales y luces puntuales para crear atmósferas, capaces, también, de suscitar bellos juegos de sombras; los elementos arquitectónicos, llenos de encanto y de historia, que dulcifican la sencillez imperante; o las pinceladas de madera de iroko, que aportan calidez a los fríos suelos.
La fusión de la arquitectura y el interiorismo
Resulta difícil saber dónde termina una y empieza la otra. La arquitectura forma parte de muchos elementos, convirtiéndose en una continuación de muchas de sus piezas principales. En los dormitorios, la cama, el mueble que alberga las mesillas o el cabecero son de obra y de color blanco, formando parte de la arquitectura. Mientras que el baño y la cocina se han revestido con microcemento con un acabado similar al pavimento, siguiendo esta misma estela de fusión.
Bella y sencilla, la sola visión de esta vivienda parece una invitación para traspasar la puerta y colarte, con en ese gesto, en la historia y el encanto de esta isla balear.