Una casa indiana con mucho ‘charme’
Cálida, atemporal y luminosa, el respeto por los materiales y el cuidado en sus detalles hacen de ella un verdadero hogar. ¡Inspiración en estado puro!
Hay casas que se crean para mostrarlas y otras que se crean para vivir y disfrutar. A la segunda categoría pertenece esta vivienda. Si le buscásemos una palabra para definirla, o quizás dos, encanto y atemporal saldrían casi solas. Después vendrían otras: luminosa, entrañable, amplia, cómoda… Isabel Otero y Ramiro Mora, o lo que es lo mismo, Ramisa Projects & Fun (ramisaprojects.com) han dotado de alma cada rincón de esta casa de La Ría de La Coruña, manteniendo intacto, al mismo tiempo, su origen y raíces.
Con esencia porteña
Más de 480 m2 distribuidos en tres plantas más un garaje (“cochera es el término que la define mejor”, puntualiza Ramiro) al nivel del jardín. En la primera planta están situados el salón, el comedor y la cocina; en la segunda, los dormitorios y los baños; y en la tercera, una terraza, otro dormitorio y un gran despacho.
Con más de 120 años a sus espaldas, esta casa típicamente indiana (no le falta ni la palmera centenaria de 30-35 metros de altura) ha sabido mantener su esencia, a pesar de que se encontraba en muy mal estado: ventanas de aluminio, espacios muy compartimentados, moquetas sobre pavimentos antiguos… “Hacemos un verdadero trabajo de imaginación, buscamos espacios con personalidad y nos imaginamos cómo podían ser en su origen. Queríamos devolverle la dignidad a esta casa indiana”, explica Ramiro.
I+M: La suma de la inspiración y el mimo
Partiendo de cero, únicamente se han mantenido los peldaños de la escalera y la barandilla, Isabel y Ramiro han hecho una casa como las de antes. Para ello fueron necesarios más de dos años de obras, una intervención integral y mucho mimo y cuidado.
Ningún detalle es menor, ni siquiera las manillas de una puerta. Todo importa. Pavimento de madera, vidrieras, suelo hidráulico, ventanas, carpintería, radiadores de fundición, cornisas… Todo es nuevo, o viejo, según se mire, ya que la mayoría de los elementos son piezas recuperadas, mientras que el resto se crean a imagen y semejanza de los antiguos, como ocurre con las bóvedas del techo de la cocina, para las que tuvieron que fabricar un molde artesanal.
Un ‘total white’ con texturas
El color blanco es otro de los rasgos que definen esta vivienda. En estas estancias su supuesta frialdad se transforma en calidez y cercanía. “Piensa -cuenta Ramiro- que los blancos te aportan el espacio, mientras que las galerías te dan la intimidad.
No podemos hablar tanto de un tema de colores sino de texturas. Un gran espacio diáfano con las paredes blancas puede resultar “frío”, pero si añades a ese ambiente un mármol, una carpintería y unas cornisas blancas se logra imprimir calidez a través de la mezcla”.
Al servicio de la luz
La luz lo inunda todo, irrumpe sin preguntar en todas las estancias, las llena de vida y alegría, las abre al exterior. Ramiro se declara un ‘luz adicto’. Por eso, en sus proyectos no pueden faltar los lucernarios. La luminosidad es clave para entender esta casa y la distribución de los espacios. “No concebimos una casa diáfana, de la misma manera que no entendemos una casa sin una galería de cristal y madera, que compartimente los espacios sin poner límites visuales ni trabas a la luz”.
Sin fecha de caducidad
Tampoco podemos olvidar su carácter atemporal. Se trata de una vivienda en la que se siente cómodo (casi) todo el mundo. Es perfecta para un matrimonio con y sin hijos, una pareja mayor, etc. Esto es, en parte, gracias al respeto por los materiales. Materiales de toda la vida (madera, escayola, hierro…), que inspiran casas de toda la vida. La inspiración la toman prestada de viajes, una película, un paisaje, una vieja casa en ruinas…
Sin seguir las tendencias, buscando la esencia y los materiales de siempre, esta vivienda indiana vuelve a brillar con la misma plenitud y fuerza con la que la edificaron hace más de 120 años.