Una casa distribuida alrededor de la cocina
La cocina vertebra las estancias de esta vivienda (obra del estudio Egue y Seta), desdibujando, así, las fronteras entre las zonas privadas y las públicas, en una representación de un nuevo estilo de vida
Situada en El Borne de Barcelona, un barrio donde conviven en paz y de forma integradora un comercio centenario con un local chic y sofisticado o un matrimonio octogenario con jóvenes estudiantes o turistas de distintas nacionalidades, esta casa no entiende de puertas ni tabiques y apuesta por eliminar fronteras entre la parte pública y la privada.
Sin duda, el estudio Egue y Seta, artífices del proyecto, se contagia del espíritu del barrio en el que se ubica para concebir una vivienda atrevida, ingeniosa, libre y sin complejos de espacio, donde la gran cocina-comedor se establece como punto neurálgico de la misma.
Punto de partida
Esta distribución, sello inconfundible de Egue y Seta (egueyseta.com), responde a una nueva forma de entender la vida de la sociedad actual moderna y donde la cocina es, sin duda, el lugar que marca el ritmo de la casa, donde se desarrolla la vida, se reúnen amigos y familiares, se hacen los deberes y se mantienen largas sobremesas. Para lograr calidez y un placentero equilibrio se ha jugado con la combinación de dos estilos: tradicional y moderno. Así, elementos originales, como el suelo de mosaico hidráulico, la gran mesa de madera natural y el aparador de boticario de hierro antiguo forjado y mármol, se combinan con electrodomésticos de última generación, ocultos tras una fachada de madera, y asientos y luminarias de diseño contemporáneo.
Un salón con dos caras
La cocina abarca un tercio de la superficie en planta de esta vivienda de 110 m2 y es a través de ella desde la que se articulan, en el sentido de las agujas del reloj y sin apenas pasillos ni zonas ‘muertas’, el resto de las habitaciones: una aseo de cortesía, una habitación con baño incorporado, el salón, el dormitorio principal, tipo suite, y un acceso al patio interno.
El salón, minimalista y espartano, cumple su función de estar, pero también puede convertirse en habitación de invitados, ya que el armario oculta una cama doble abatible con sus mesillas de noche e iluminación de lectura empotrada. Nada está a la vista. Sin televisión, la pared blanca actúa a modo de pantalla gigante, mientras que la consola, los mandos y el resto de aparatos audiovisuales se ocultan tras puertas de estilo provenzal lacadas en blanco.
Un sofá de piel blanca se recorta sobre un plano teñido de un profundo azul turquesa mediante el papel pintado de las paredes, que une la textura visual del mosaico hidráulico de Escher con el rayado de las vigas de madera restaurada. Las luces orientables y las piezas de mobiliario y decoración que los propietarios han adquirido en el barrio o en alguno de sus viajes contribuyen a crear un ambiente único y acogedor, al mismo tiempo.
Habitaciones abiertas y con vistas
Sin espacios de transición (vestíbulos, halls y pasillos entre tabiques) se consigue ganar metros visualmente y el paso libre de la luz natural y la ventilación, creando de esta forma una sensación generalizada de amplitud. Por este motivo, las habitaciones, aunque pueden cerrarse tras altísimas puertas dobles no pueden sino abrirse hacia los cuartos de baño, mediante transparencias, y posar su mirada en los jardines internos, delimitados por grandes cristaleras, que atrapan la frescura y la belleza del exterior.
Áreas de relax
Como consecuencia de esta concepción, los cuartos de baño son tratados como zonas de relajación y spa. Amplios y adecuadamente iluminados, Egue y Seta ha apostado por una iluminación de la que usualmente sólo gozan las estancias más usuales. Sin embargo, para mantener la privacidad, sin sacrificar luz o amplitud, la cortina vegetal creada con el bambú de los jardines internos, lograr velar la transparencia de los cristales y mantiene a sus moradores ‘a salvo’ de miradas y en privado.