Se avecina un largo fin de semana, uno de los más esperados del año. Uno de esos en los que son muchos los que aprovechan para hacer una escapadita. Por ejemplo, a la segunda vivienda. La que está situada en la sierra o en la montaña, junto una zona de pistas de esquí, por ejemplo. Porque realmente es en esta época en la que más se disfruta de las viviendas en lugares fríos. Y cuanto más frío hace, mejor se pasa.
Así que precisamente este fin de semana, en el que las temperaturas van a bajar, es un momento perfecto para pasar un buen rato en la casa de campo. Claro que para conseguir ese momento mágico, sentado delante del fuego, frente a la chimenea, es necesario contar con el ambiente perfecto. Es decir, con la decoración adecuada: cálida, acogedora, que nos haga olvidar el frío que hace fuera.
A eso precisamente queremos referirnos. A la decoración que suelen tener las casas del campo, los refugios de montaña. Así que si tienes la suerte de contar con una de estas casas, no caigas en la tentación de llevar todo lo que deshechas de tu primera vivienda. Has de tener claro que debe tener su propio carácter y personalidad, siempre marcada por la búsqueda de la calidez.
Como en cualquier otra decoración, has de empezar por determinar los colores que han de predominar. Es bastante común dejar que los tonos del exterior invadan la casa. Así que déjate seducir por la paleta de colores del bosque, las praderas o las montañas que ves desde la ventana, y decántate por los tonos de la lana o el lino naturales, los ocres, calderos y mostazas, hasta llegar al marrón chocolate. Y no olvides la gama de verdes. Añadiendo algunos toques —sin abusar— en colores pastel: azules, rosas, lilas... Elígelo para textiles, suelos y paredes.
Pero siempre ten en cuenta que la madera será la protagonista absoluta de la decoración. Puedes colocarla forrando paredes, en vigas vistas, muebles sin tratar, contraventanas con cuarterones... Una buena idea es adquirir las piezas de mobiliario en rastrillos o ferias de antigüedades o artesanía. Quizás tengas que restaurarlos. Pero quedarán con mucho encanto. Porque precisamente el estilo rústico apuesta por acabados naturales. Incluso puedes añadirle toques vintage. Lo que queremos decir es que puedes inspirarte en los muebles que veías en la casa que quizás tenía la abuela en el pueblo. Muebles sólidos, regios, de esos que dan sensación de seguridad.
Claro que no todo lo que decore el hogar de montaña tiene que ser exclusivamente de madera. Puedes combinarlos con otros materiales como la forja, tanto para el cabecero como para pequeños detalles decorativos. Tampoco tienes que olvidarte del mimbre. De hecho, ahora que se acerca la Navidad, te recomendamos un abeto de este material, o de ramitas de árbol: original, divertido y muy de montaña.
Y para los sofás y butacas, sin duda, apuesta por el cuero. Siempre en tonos oscuros —marrón es perfecto— y ser posible, de aspecto envejecido. Si no eres partidaria de las piel para sentarte, inclínate por los tapizados en materiales naturales: algodón y linos, por ejemplo. Y no sólo para los asientos. También para las cortinas, visillos y cojines.
En cuanto a los estampados, a nosotros nos parece que dan un aporte muy cálido los cuadros. Tanto más si son escoceses. De esos que recuerdan el frío y la humedad —pero también la belleza— de las highlands. Y en colores tan gratos y acogedores como el rojo, el verde o el morado —¿por qué no?—.
Hasta aquí son sugerencias. Porque hay dos elementos que son casi esenciales, obligatorios. Sin ellos no hay casa de la montaña que se precie. Para empezar y como elemento esencial principal, la chimenea. Nada resulta tan cautivador y cálido como las suaves llamas del fuego. El segundo, las plaids para colocar en el salón y la cama y ponérnosla luego en las piernas. ¿materiales y texturas? Suaves, calentitas, agradables al tacto. Vamos, de lana, terciopelo y pelo.