Las paredes de la casa dicen mucho de la personalidad, los gustos e intereses de quienes las habitan. También delatan la zona de la casa en la que nos hayamos. A menudo coloristas en las habitaciones infantiles y más sobrias en las estancias ‘nobles’ como el salón o la biblioteca.
Hace apenas unos meses nos decía la interiorista Alicia Mesa que la tendencia está volviendo la mirada al blanco puro, pero también hemos visto papeles pintados llenos de color y estilo geométrico.
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Lo que hoy nos ocupa es también tendencia. Casi moda. Porque es cada vez más habitual ver paredes —y puertas, y muebles y espejos— pintadas en un solo color, pero con motivos de lo más variopintos que dotan a la estancia de una personalidad casi única, divertida, sofisticada… realmente especial.
Se trata de los vinilos. Son adhesivos decorativos que cambian el aspecto de la pared —y por ende, de la estancia— en apenas unos minutos y a bajo coste. En palabras de José María Villalba, Product Manager de decoración de Bauhaus: “El vinilo es un producto complementario a la pintura, de hecho se aplica en paredes pintadas para resaltar el ambiente y decorarlo, cambiando ambientes de una forma cómoda, personalizada, divertida y muy ajustada al bolsillo.”
Entre sus ventajas, que se lava fácilmente… casi siempre. Villalba: “El vinilo convencional es un producto plastificado de fácil lavado. Los de acabados naturales como yute, terciopelo o satín son más delicados”.
Y que es sencillo de aplicar: “Eso sí, es recomendable colocarlo en superficies lisas. En baños y cocinas, por ejemplo, si la pared está alicatada, las hendiduras entre baldosas hace que el vinilo quede feo”. Aparte de eso, “el único requerimiento básico es, antes de la colocación, limpiar con un paño seco la superficie donde se va a aplicar”.
Por otro lado, “para facilitar la aplicación, los vinilos suelen ir en láminas con piezas troqueladas de fácil manejo y manipulación. Los adhesivos, además, son removibles lo que ayuda a la corrección de la posición en la superficie en caso de error”.
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Pero sobre todo, se caracterizan por las mil posibilidades decorativas que ofrecen. Lo vemos en el catálogo de cualquiera de las firmas que se dedican a ello. Por ejemplo, Myvinilo. Los hay que simulan, a modo de trampantojo, el cabecero de forja de una cama; el marco de un cuadro o la sombra de una lámpara de araña.
A color, resultan asombrosos —muy realistas— los motivos de animales: perros, gatos, mariposas; y en blanco y negro: cebras, pájaros. Las flores y plantas son muy adecuadas —y relajantes— para los salones y zonas de estar. Así como los denominados skylines. Los hay de Nueva York, París, Londres, Estambul o Barcelona.
Para las cocinas, lo más acertado son los vinilos con silueteados de frutas, dulces, botellas, verduras y motivos relacionados con cocina estilo vintage (botes de harina, pesos antiguos, sifones) o contemporáneo, como cacerolas, raseras o teteras.
Para personalizar aún más la vivienda o el negocio, se pude optar por los proyectos personalizados a medida. Myvinilo ayuda a realizar la imagen corporativa de la marca, decorar paredes, techos y mobiliario, escaparates y cristales.
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