La espectacular tarta ‘naked cake’ de la boda de Ana Boyer y Fernando Verdasco
Sin recubrimientos ni figuritas y con una decoración muy elegante a base de frutos rojos naturales. Así fue la ‘tarta desnuda’ (una de las grandes tendencias en lo que a repostería nupcial se refiere) de la que pudieron disfrutar los invitados al enlace, cortada previamente por los novios tal y como manda la tradición
Tras darse el ‘sí quiero’ en presencia de sus seres queridos más íntimos, Ana Boyer y Fernando Verdasco recorrieron los apenas cinco minutos que separan la pequeña iglesia de bambú donde se produjo el enlace, de la fabulosa villa en la que se alojaba toda la familia, y donde ya estaba todo listo para la celebración del banquete. El entorno no podía ser más paradisíaco (tal y como muestra esta semana en un extenso y exclusivo reportaje la revista ¡HOLA!): una gran casa de estilo caribeño, -ubicada en la zona norte de la isla de Mustique-, con unas preciosas vistas al mar, y cuya terraza principal estaba presidida por dos grandes mesas alargadas vestidas para la ocasión: caminos hechos con hojas de palmera, flores de frangipani, velas blancas, cubiertos dorados, y unas delicadas servilletas donde figuraba el nombre (escrito de puño y letra por Isabel Preysler) de cada invitado.
Tras la bendición de la mesa por parte de un sacerdote y de los emotivos discursos tanto de Tamara (hermana de la novia) como de Ana y Sara (hermanas del novio) había llegado ya el momento de disfrutar del sabroso menú, donde no faltaron guiños a la gastronomía local. Y es que tras una Vichysoise inicial (crema fina de patata y puerro), los invitados pudieron degustar mariscos como langosta, así como un guiso de pescados con arroz caribeño y verduras.
Pero si hay una ‘receta estrella’ en el menú de toda boda, ésa es, sin duda, la que tiene que ver con la parte más golosa: hablamos, claro está, de la tarta nupcial. Los novios apostaron para esta fecha tan especial por una ‘naked cake’, o lo que podríamos traducir como ‘pastel desnudo’. Un tipo de tartas, convertidas en tendencia en los últimos años en lo que a repostería nupcial se refiere, que deben su nombre a la ausencia de fondants o recubrimientos en su preparación. La idea consiste en mostrar el bizcocho en dos o más pisos (en este caso tres), en graduación de tamaños, al estilo tradicional. Una vuelta a los pasteles clásicos, muy naturales, que no por ello resultan menos vistosos o elegantes. Al contrario: ese minimalismo, solo roto en este caso por el uso de apetecibles frutas naturales, concede a este tipo de tartas un punto de sofisticación, delicadeza y finura.
Así pues, entre aplausos y compartiendo sonrisas, la pareja de recién casados cortó, como mandan los cánones, esta espectacular tarta (que tampoco incluía la clásica figurita de novios), de cuyo sabor pudieron disfrutar los 63 afortunados invitados al enlace.
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