La dieta mediterránea: ¿'aspirina' contra la depresión?

Así al menos parece desprenderse de un reciente estudio llevado a cabo por el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra

por hola.com

Hace más de 40 años que las evidencias científicas vienen demostrando los innumerables beneficios de la dieta mediterránea para la salud (protege de las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, ayuda a regular los niveles de colesterol ‘malo’, los de la glucosa, la presión arterial...). Tanto es así que, incluso, los preceptos de este modelo de alimentación son altamente recomendados por médicos y nutricionistas de todo el mundo.

Lo que parece más novedoso es la relación entre dicha dieta y nuestra salud psíquica. Así, un estudio llevado a cabo por el departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra (y recién publicado en ‘Archives of General Psychiatry’) concluye que el hecho de seguir una dieta mediterránea puede llegar a reducir el riesgo de depresión entre un 40% y un 50 %.

Al parecer el aceite de oliva (producto estrella en esta dieta) mejora el funcionamiento de la serotonina, un neurotransmisor implicado en la depresión. Además los ácidos grasos del pescado (los ‘famosos’ Omega 3) y las vitaminas presentes en la fruta y la verdura son fundamentales para el sistema nervioso central (cuyo buen funcionamiento es vital para evitar cuadros depresivos). Son algunas conclusiones de este estudio elaborado sobre una muestra de más de 10.000 personas durante cuatro años .

No obstante, parece preciso interpretar estos resultados con algo de cautela: el lógico, comentan algunos especialistas, que quien lleve una dieta sana (y la mediterránea lo es, y mucho) gozará probablemente de una buena salud física, lo cual influye también en la salud mental.

Sea como fuere, nosotros queremos aprovechar hoy la aparición de este estudio para hacer un pequeño repaso a esas bases fundamentales que caracterizan la dieta mediterránea y que no debemos perder de vista:

  • El uso de aceite de oliva como principal fuente de grasa.
  • Frugalidad: las cantidades de alimentos que se ingieren deben ir en proporción a la actividad física realizada. Si ésta no es muy elevada, las cantidades de comida tampoco han de serlo.
  • Uso de gran cantidad de productos frescos.
  • Consumo alto de alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, legumbres y hortalizas. Las ensaladas están presentes en prácticamente todas las comidas y estas terminan, la mayoría de las veces, con fruta como postre.
  • Preparaciones culinarias cuidadas y sencillas: hervidos, asados, cocidos... Los fritos, con moderación.
  • Patatas y arroces se deben tomar de tres a cuatro veces por semana.
  • Menor consumo de alimentos proteicos de alto valor biológico y con mucha grasa saturada (como carnes rojas) y mayor de pescado y aves de corral. Los huevos se han de tomar con moderación.
  • Alto consumo de productos lácteos (yogures, leche...)
  • Es común el uso de productos como el ajo o la cebolla y algunas especias y hierbas aromáticas.
  • Gusto por los sabores ácidos, las ensaladas se aliñan generosamente con vinagre y el uso de cítricos es abundante.
  • El vino se incluirá en las comidas pero de forma moderada.

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