Y ya están en la final, lo consiguieron. Antonio Arrabal, Miguel Cobo y Begoña Rodrigo, amigos y compañeros, han logrado lo que desde hace un tiempo deseaban, estar juntos en la final de Top Chef. Han sido semanas de infarto, platos desconocidos, combinaciones inusuales… una carrera de fondo que les ha llevado a su destino soñado, aunque ahora la competición adquiere un nuevo nivel en el que la dificultad y el deseo de ganar se mezcla con el sentimiento de amistad. Y es que los tres formaban junto a Javier, expulsado en el anterior programa, un grupo inseparable que tuvo en la llegada del repescado Jesús su elemento desestabilizador.
Lo tenían claro, eran ellos tres los que querían llegar a la final y había que luchar con uñas y dientes. La primera prueba no se lo puso fácil puesto que su plato tenía que incluir el plancton, formado por microalgas y que está en la base de la cadena alimentaria marina proporciona un intenso sabor a mar, pero no es algo que manejen habitualmente. Ángel León es quien lo trata en su restaurante así que les dio algunos consejos, antes de comentar con Chicote que uno de sus tropiezos con el elemento había sido al tratar de hacer un pesto con él, precisamente lo que estaba preparando Begoña. A la hora de valorar, lo tuvieron claro: Jesús volvió a llevarse el privilegio, alzándose como el rival más fuerte.
Eligió entonces su compañero para la siguiente prueba, hacer una tarta de cinco pisos con una decoración impactante. Antonio y Miguel se miraron con expresión de agobio, ninguno es experto en postres y sabían que iban a patinar, pero había que intentarlo ¿no? Jesús formó equipo con Begoña y tenía muy claro, puesto que en algún momento de su carrera trabajó con postres, que podía hacer un buen trabajo. Meticuloso, perfeccionista… su trabajo no convenció sin embargo a los exigentes paladares de tres de los mejores reposteros del mundo: Frederique Bou, Jordi Roca y Paco Torreblanca. Fue la tarta de los inexpertos amigos, la tarta Santa Casilda, un homenaje a Burgos y Briviesca, la que ganó, sorprendiendo a los ya finalistas que se fundieron en un abrazo. Begoña, sin poder contener la emoción, se unió a ellos y es que la chef dio toda una lección de buena compañera cuando, durante la elaboración, les echó una mano dándoles algún que otro consejo para mejorar su plato.
Ella tenía sentimientos encontrados. Alegría por sus amigos y tristeza al pensar que en el duelo con Jesús podría marcharse. Sin poder contener las lágrimas, salió para enfrentarse al reto: elaborar esa receta que les hizo dedicarse a la cocina. Unas pochas con almejas fue el guiso que escogió Jesús, ese fue el que le hizo ser feliz en una ocasión y por eso quiso él ser cocinero, para hacer felices a los demás. Tan emotivo fue su discurso que hasta los jueces, Ángel León sobre todo, no pudieron contener la emoción. En un estilo totalmente diferente, Begoña plasmó su vida, una mezcla de sabores marinos, verduras y una presentación colorista y equilibrada, que hizo soñar.
Dudaron pero el plato de Begoña fue definido como “incontestable”. Ella estaba en la final, los tres mosqueteros lo han logrado.