Con o sin barba, los actores Rodolfo Sancho y José Coronado causan sensación allá por donde van y su llegada al Festival de San Sebastián no iba a ser menos. A sus 36 y 54 años, respectivamente, los españoles revolucionaron el certamen durante la presentación de su último filme, el thriller policiaco No habrá paz para los malvados. Muchos dicen que es un papel que "le va como anillo al dedo" a Coronado, quien está convencido de que es "un peliculón" que demostrará el vigor del cine español gracias a la potencia creativa y el talento del director que "deja muy por debajo a muchos thriller americanos con diez veces menos presupuesto".
El intérprete español encarna a Santos Trinidad, un policía desaliñado, solitario y alcohólico que acribilla a sangre fría a los clientes de un bar nocturno menos a uno, de aspecto árabe, que escapa, y con él comienza toda la historia. Un personaje complejo a quien el actor debía modelar para que el público sintiese empatía. "Esa tristeza de Santos hace que el espectador le coja un cariño raro y hagan el viaje con él y quieran que triunfe", aseguró.
"No creo que la película vaya sobre el 11-M, toma esos hechos reales, esos mimbres, y a partir de ahí crea una ficción que busca preguntas: ¿cómo es posible que sucedan estas cosas, qué falla en nuestro sistema de seguridad, e incluso, socialmente, con esa sensación de incertidumbre y de miedo?", reflexiona el director, Enrique Urbizu, y añade: "Soy un novato en San Sebastián y me siento muy honrado, sobre todo tratándose de cine de género que no suele tener cabida en los festivales, todavía hay gente que mira el cine negro por encima del hombro, pero es un sitio excelente para presentar una película".
En el reparto están, además, en la parte de "los buenos", Helena Miquel, la cantante de Delafé y las flores azules, que debuta con una muy creíble jueza Chacón y el televisivo Juanjo Artero como el agente Leiva, que es "como podría haber sido Santos si la vida y el azar no le hubieran convertido en ese hombre", subraya el actor. La película, que supone el regreso de Urbizu tras ocho años de silencio, "va proponiendo piezas y, si las enganchas, resulta aterrador", concluye el cineasta.
La jornada de ayer también contó con otro protagonista de excepción, el director Agustí Villaronga que recibió de manos de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, el Premio Nacional de Cinematografía. "Si me hubieran dicho hace unos años que iba a recibir un premio de este calibre, hubiera pensado que era ciencia ficción", confesó Villaronga en el museo de San Telmo, donde tuvo lugar el acto. "Esto que me pasa ahora no lo veo más que como un año raro que me ha cambiado la vida, pero yo sigo trabajando, ahora en un proyecto modesto para la televisión", aseguró. El galardón, dotado con 30.000 euros, pone el broche de oro al año triunfal de Villaronga con su película Pa negre, gran triunfadora de la pasada edición de los premios Goya. Sin duda, el mejor regalo para el director sería poder ganar la carrera hacia los Oscar, algo en lo que de momento no quiere pensar "por lejana", aunque reconoce que la ve como una oportunidad "muy grande". "Sería buenísimo, porque ya no eres tú, con tu película; es tu película representando a un país, lo que le da otra dimensión. La responsabilidad es muy grande y el susto que yo pasaría, ni te digo", declaró sin poder evitar esbozar una sonrisa. ¿Conseguirá su sueño?