En esta época del año, a las puertas del otoño, tal vez notes cómo estás perdiendo más pelo del habitual. Tranquila: perder hasta cien cabellos diarios es normal, y más aún si coincide con el cambio de estación. Lo que no es tan corriente es que éstos se quiebren y partan, dejando un rastro de puntas abiertas y cepillos cubiertos de pelo pasado a mejor vida.
¿Por qué sucede?
El motivo más frecuente es la degradación de la cutícula o capa de protección exterior del cabello, que al desaparecer, lo deja, casi literalmente, al desnudo, débil e incapaz de aguantar las agresiones del lavado, el cepillado y el aire caliente del secador.
Plan de choque
Para restaurar los daños que sufre esa armadura natural, conviene usar siempre champús y acondicionadores para cabello fragilizado, que devuelven parte de esas proteínas perdidas y ayudan a fortalecerlo desde el interior. Además, este programa se completa con muchos, muchos mimos: mascarillas reparadoras, cepillados suaves, tratamientos rehidratantes y, sobre todo, una retirada incondicional de los agentes agresivos, tales como tintes, permanentes o un exceso de sol.