¿Imaginabas que algo tan sencillo y corriente como el habitual gesto de lavarte el pelo puede ser parte importante del proceso de tratamiento capilar? No basta con enjuagar y frotar para cuidar la belleza del cabello. Toma nota.
El primer paso del lavado es buscar la fórmula de champú más adecuada a cada tipo de pelo. Así, si tu cabello es seco te convendrá elegir uno que lo nutra e hidrate, mientras que si es graso y se ensucia con rapidez requiere agentes lavantes.
Por su parte, el cabello fino mejorará si se lava con champús que contengan agentes volumizadores, mientras que al cabello dañado (seco por estar teñido y/o permanentado) le convienen fórmulas muy ricas y nutritivas. Si su cabello tiene caspa, el problema se soluciona con champús que combatan la bacteria causante del trastorno. Y, por último, en caso de tener un cabello normal, o tener que usar el mismo champú para varias personas, lo mejor es recurrir a una fórmula de uso diario, que limpie el cabello suavemente sin dañarlo ni secarlo en exceso.
Antes de iniciar el lavado, es importante que el pelo esté totalmente mojado. Sobre la palma de la mano, se echa una cantidad del tamaño de una moneda de un euro y se emulsiona ligeramente. Sólo entonces se extiende por el cabello, comenzando en la raíz y llevando después el champú hacia las puntas.
No conviene excederse en la cantidad de champú, algo que sólo sirve para dejar residuos. La cantidad de espuma que se produce no determina la calidad del champú, sino los agentes espumantes que contiene. Además, procure no enredar el cabello al aplicar el champú, ni hacer esos típicos e innecesarios gestos circulares que sólo contribuyen a hacer nudos en el pelo. Es mejor realizar un gesto de pinza oponiendo el pulgar contra los dedos restantes, y siempre con gestos de arriba hacia abajo, para cerrar la cutícula.
Una vez extendido el champú, es importante aclarar bajo el agua corriente (por ejemplo, si se hace en la bañera, quedarían restos de producto), y, si no se lava el cabello todos los días, repetir el champú, pues este segundo lavado es el que consigue un buen resultado.
Conviene que el agua esté tibia. Si se encuentra demasiado fría, no se consigue eliminar la grasa, pero una temperatura excesivamente elevada puede crear una producción extra de sebo natural. Para conseguir un brillo extra, puedes hacer el último aclarado con agua fría, algo que ayuda a cerrar la cutícula y, con eso, que refleje más la luz.
En contra de lo que muchos piensan, el acondicionador, también conocido como suavizante, no sirve sólo para el cabello seco. Su cometido es recubrir la cutícula del cabello, y de esta forma, protegerla de agresiones externas y crear una superficie lisa que ayude a reflejar la luz y, por tanto, a dar brillo.
A la hora de aplicar el acondicionador es más importante repartirlo por todos y cada uno de los cabellos con la ayuda de un peine de púas anchas, sin tirones y con mucho mimo, que dejarlo actuar más tiempo del indicado. Cuando se trata de mascarillas, no está de más crear calor para que la cutícula se abra y así el producto penetre mejor.
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