Que el hombre se cuida cada vez más es un hecho fuera de toda duda. No hay más que echar un vistazo al mercado cosmético para ver que la creciente demanda ha provocado que las diferentes firmas se hayan preocupado por crear productos específicos para el cuidado masculino. Y es que, afortunadamente, aquel refrán español, “el hombre como el oso, cuanto más feo más hermoso”, ha dejado de tener sentido, entre otras cosas porque el hombre de hoy ha dejado atrás una gran parte de prejuicios que identificaban el preocuparse por el cuidado personal con ser considerado menos masculino.
Un cambio de mentalidad que se hace también especialmente evidente en el considerable aumento del número de varones que se someten a una intervención de cirugía estética para cambiar o mejorar aquellas partes de su cuerpo con las que no se sienten a gusto.
El doctor Angel Juárez Cordero, jefe de la unidad de Cirugía Plástica y Estética del Hospital de la Zarzuela de Madrid responde a una serie de preguntas sobre este fenómeno:
-¿Cuáles son las intervenciones más frecuentes y solicitadas por los hombres?
Pues si hubiera que establecer una estadística, yo diría que la blefaroplastia (párpados), la otoplastia (orejas), la rinoplastia (nariz), la liposucción y, finalmente, el lifting.
-¿Hasta dónde es capaz la cirugía plástica de evitar complejos y de cambiar una vida?
Hasta puntos insospechados. Los complejos con arreglo al físico pueden determinar en la persona conductas difíciles de corregir si no fuera precisamente por ella. Un ejemplo: las orejas ‘en asa’ en los varones les fuerza a elegir peinados absurdos, o de un largo excesivo y nada favorecedor, para ocultarlas. Una vez resueltos este y otros problemas, la seguridad personal aumenta de manera considerable.
-¿Qué operación de las que ha comentado obtiene los resultados más gratificantes?
Todas las intervenciones obtienen buenos resultados si se respetan unos objetivos correctos. A la cirugía no se le pueden pedir milagros. Hay que ser realistas… y un buen profesional nunca debe arriesgar la seguridad de su paciente. Por eso las conversaciones paciente-especialista han de ser clarificadoras al máximo.
-¿A partir y hasta qué edad es aconsejable la cirugía estética?
Pienso que no debería realizarse nunca antes de los 21 años, que es cuando ya se tiene más consciencia de las cosas y se está preparado para asumir un postoperatorio. Y ¿hasta cuándo?, creo que no hay límite, siempre que la persona esté sana y tenga ilusión por mejorar su aspecto.
-¿En qué medida intervienen en el éxito de la operación el pre y el postoperatorio?
El preoperatorio conlleva una serie de estudios que indican el estado de salud y la no presencia de ninguna alteración en el organismo del paciente que suponga un riesgo en el quirófano. Es importantísimo realizar bien estos estudios y, por supuesto, obligatorio. En cuanto al postoperatorio, conviene seguir del modo más rigurosonlas indicaciones del cirujano una vez realizada la intervención. En ello radicará el buen resultado de la misma. Cuando no se observan las normas indicadas, surgen problemas, como la posible aparición de hematomas, seromas, mala cicatrización, etc, que dan lugar a defectos bastante indeseables.
-¿Es verdad que el ‘lifting’ masculino proporciona perores resultados que el femenino?
No. Ofrece los mismos buenos resultados que en las mujeres. El único problema surge a la hora de esconder las cicatrices porque tienen el pelo más corto, o menos pelo. Y también por las patillas… Hay que intentar conservarlas sin que se vean las cicatrices. ¡Un reto que se puede cumplir perfectamente!
-¿Qué alternativas a la cirugía estética, de eficacia probada y riesgos prácticamente inexistentes, sugiere usted como cirujano plástico?
Ninguna. Me explico: si la cara está descolgada lo recomendable es hacer un ‘lifting’. Si hay exceso de depósitos grasos en el contorno corporal, sólo se eliminan con la liposucción. Existen técnicas de rellenos faciales, los hilos aptos, los tratamientos con máquinas de contorno corporal… que se pueden emplear, con mejores o peores resultados, en aquellos casos en los que los defectos no han llegado al punto concreto en el que ya sólo la cirugía los puede resolver. Y desde luego, si se emplean con una prescripción incorrecta, los resultados obtenidos serán muy deficientes.