El acné es un mal de juventud... pero no es patrimonio exclusivo de esa etapa. Si piensas que el acné es solamente un problema de adolescentes, estás equivocada, al menos en parte. En líneas generales, así es, puesto que, debido a las alteraciones hormonales propias de la edad, unos ocho de cada diez jóvenes sufren de granos e impurezas en algún momento de su adolescencia. Y no es menos real que, a la mayoría le desaparece con la edad. Sin embargo, el acné no se limita a los jóvenes, sino que puede afectar también a los adultos, incluso a aquellos que nunca tuvieron que preocuparse por una sola espinilla hasta bien terminados los estudios. Y es que un buen porcentaje, sobre todo de mujeres, sufre acné en algún momento de su madurez.
Así se forman los granitos
¿Por qué se llegan a formar los granos? Lo hacen cuando un folículo piloso se llena de grasa y queda sellado por las células muertas que se producen durante el proceso de regeneración de la piel. Esa grasa no encuentra salida, lo que crea un perfecto campo de cultivo para las bacterias que acaban irritando el folículo hasta provocar la inflamación y rojez que da paso al grano. Es obvio que la forma más sencilla de evitar la aparición de las espinillas y demás malandrines es impedir que los poros se lleguen a obstruir, lo que requiere mantener la piel siempre limpia. Por eso, las pieles que tienden a sufrir impurezas necesitan una higiene escrupulosa.
Limpieza, limpieza y... ¡limpieza!
Uno de los mejores sistemas para evitar que los poros lleguen a quedar taponados es hacer borrón y cuenta nueva de forma regular, limpiando la piel cada noche con un producto libre de aceites. En casos de grasa más graves, puede ser necesario hacerlo también por la mañana. Las limpiadoras en espuma tienen la ventaja de emulsionarse nada más entrar en contacto con el agua, por lo que limpian la piel sin necesidad de frotar. Si usas un gel limpiador al agua, es importante que aclares a conciencia, puesto que los restos de jabón pueden irritar la tez.
La exfoliación, buena aliada
Como complemento a la limpieza, y continuando el ritual de higiene, puedes practicar una suave exfoliación química, es decir, mediante productos que contengan agentes queratolíticos (por ejemplo, alfahidroxiácidos) que eliminen esas células muertas de la piel de forma suave, sin irritar la piel. Esto se puede conseguir bien a base de tónicos que contengan ácidos o con cremas de tratamiento que ejerzan esta misma acción exfoliante.
¿Y los casos más complicados?
En caso de sufrir un acné adulto en toda regla (que a menudo se caracteriza por aparecer más en las mejillas que en la frente y barbilla, como ocurre durante la adolescencia), te aconsejamos ponerte en manos de un dermatólogo, que te indicará el tratamiento más adecuado antes de que el problema vaya a más.
Granitos inoportunos
Hasta las mujeres de piel seca reciben ocasionalmente la poco agradable visita de algún que otro grano, especialmente unos días antes de la menstruación o en épocas de estrés. En este caso, no conviene tratar la piel como si fuera grasa, sino concentrarse directamente en la espinilla.
Lo más importante es algo que todas sabemos: ¡prohibido tocar! Si no puedes resistir la tentación de acabar con su granito por las malas, asegúrate al menos de tener las manos muy limpias, lavadas con agua y jabón, y pasar después un bastoncito empapado en alguna solución desinfectante.
En el mercado existen cada vez más productos creados específicamente para esos granos, como los geles anti impurezas que se aplican sólo en la zona afectada, o bien los parches, que, como diminutos esparadrapos, se ponen sobre el grano, dejándolos actuar por la noche, para así reducir la rojez e inflamación y acelerar el tiempo de secado.