Has incluido la hidratación de tu piel en tu rutina básica de belleza. Pero ¿usas tu crema de forma correcta? A veces nos dejamos guiar demasiado por consejos que en realidad son poco prácticos y no del todo ciertos. Estos son cinco de ellos.
1. Borrar las arrugas. Hay quienes piensan que usar una crema hidratante ayuda a borrar las arrugas. No es cierto. Pero, eso sí, si las usas desde joven y con regularidad, sí que ayudarás a retrasar su aparición y a que el cutis se vea más fresco, lo que las hace menos visibles.
2. La cantidad ¿influye? Piensas que cuanta más crema se use, mejor. No es así. Basta con poco producto para suavizar la piel. Para asegurar una mejor aplicación, calienta antes la hidratante entre las manos.
3. Fiel a tu crema. Al igual que variamos el guardarropa según la estación, hace falta adaptar el tratamiento facial a cada momento. En invierno hacen faltan productos más untuosos, mientras que el calor del verano pide texturas más ligeras y suaves. En periodos de estrés no conviene recurrir a las fórmulas muy cremosas, ya que aumenta la producción natural de sebo, mientras que ciertos tratamientos médicos exigen productos muy emolientes. Es fundamental escuchar a la piel para darle siempre sólo aquello que necesita en el momento justo.
4. Por todo el rostro. No hay que extender la crema por todo el área del rostro. Las pieles grasas, normales y mixtas harán bien en olvidarse de aplicarla por la zona T (frente, nariz y barbilla), mucho más grasa que las mejillas.
5. La piel grasa no necesita hidratantes. Depende. La mayor producción de sebo de estos cutis hace que su manto hidrolipídico sea más eficaz a la hora de frenar la deshidratación, pero esto no significa que siempre sea suficiente. Hay muchas mujeres (especialmente, las más jóvenes), que pueden prescindir de la hidratante pero que finalmente requieren ayuda extra a medida que cumplen años o que las condiciones externas son más agresivas (ambiente muy seco, aire acondicionado, viento frío). La clave es optar siempre por fórmulas oil free o libres de aceites, texturas que aportan agua, pero no grasa, a menudo completadas con activos matificantes que ayudan a controlar el brillo.