En ocasiones, de nada sirve que recurras a un arsenal de cremas para mejorar el estado de tu piel si, mientras, mantienes determinados hábitos. Hoy vamos a hablarte de dos de ellos que le perjudican -¡y mucho!- a la salud de tu cutis, la falta de descanso y el estrés.
-No hace falta explicarle a nadie los efectos adversos de la falta de sueño. Cansancio, mal aspecto, dificultad de concentración, falta de reflejos… ¿Sabías que, además, dormir mal envejece? El organismo necesita recuperarse del esfuerzo diario, y lo hace durante el sueño. Si le escatimamos tiempo de reposo, lo refleja, entre otras manifestaciones, con una aceleración del envejecimiento que no sólo se percibe a la mañana siguiente, sino también al cabo de los años. Está claro que no pasa nada por pasar alguna que otra noche corta, pero si, día tras día, le ganas horas a tu jornada a base de robárselas al descanso, puedes contar con varias arrugas de más en el futuro cercano.
-Seguro que has notado que cuando estamos bajo tensión contraemos los rasgos: fruncimos el entrecejo, la boca se curva hacia abajo, entrecerramos los ojos... De por sí, eso ya basta para causar arrugas poco agradables, pero quizás desconozcas que el estrés también se traduce en una mala oxigenación de la piel, una mayor irritabilidad y una pérdida de tono que, cuando se hace crónica, sólo sirve para ponernos años. Recuerda que el estrés no viene causado por situaciones complejas, sino por nuestra respuesta ante las mismas. Por eso, cuando te veas desbordada por las circunstancias, date un respiro. Recuerda que no sólo estarás haciendo el bien a tu estado anímico, sino también a tu piel. Y es que la cara es el espejo del alma.