Mantener la línea implica un estilo de vida que no pasa por hacer grandes sacrificios, ni pasar hambre, sino en localizar nuestros errores alimenticios, corregirlos y adoptar costumbres que nos permitan estar en forma durante el resto de nuestra vida.
Sé realista. Es difícil resistirse a la tentación de soñar con tener la figura perfecta. Sin embargo, salvo raras excepciones, ésta puede ser una meta imposible. Es mejor no obsesionarse por conseguir un peso determinado, ni en llegar a la perfección, sino concentrarse en estar sano y en forma, que es lo más importante.
Las prisas, malas consejeras. Ya lo dicen todas las abuelas del mundo: no por mucho madrugar amanece más temprano. Algo especialmente cierto cuando se trata de perder peso. Si bien es cierto que a mayor sobrepeso, más rápido el ritmo de adelgazamiento, lo más adecuado es perder de 500 gramos a un kilo por semana. De esta forma, nos aseguramos que se pierde grasa, no tan sólo agua o, lo que es peor, músculo.
Las dietas solas no bastan. Asociamos de forma inmediata la pérdida de peso con hacer dieta. Sin embargo, cuando hablamos a largo plazo (el que nos importa), la abrumadora mayoría fracasa. El Dr. Ricardo Vicario lo explica: "Es importante que la dieta sea personalizada y adaptada a las necesidades de cada persona, Y a su vez, la persona tiene que implicarse en un cambio de hábitos". Es decir: de nada sirve seguir un régimen si no se acompaña de una modificación de esas costumbres que nos llevaron a engordar.
No autoengañarse: No cabe duda de que existen factores genéticos o problemas de salud que pueden influir en la obesidad, pero como explican desde Cuerpo Libre, "para un porcentaje altísimo de la gente que tiene kilos de más, la causa son malos hábitos alimenticios y sedentarismo, como es el caso actual y preocupante de la obesidad infantil que cada vez crece más".
Disfruta cada bocado. "Es muy importante comer despacio", explica la Dra. Folch del Institut Vila-Rovira. "Aparte de saborear mejor los alimentos, masticaremos mejor la comida, que es, por salud, lo que realmente importa. Además, tengamos en cuenta que el efecto saciante llega aproximadamente a los 20 minutos de haber empezado a comer. Al pasar más tiempo masticando, dejamos que lleguen esos 20 minutos y no nos llenamos con tanta cantidad".
Cinco veces al día. No desayunes una vez, sino dos. Y, como los niños, no te saltes la merienda. Comer de forma regular en cantidades razonables ayuda a perder peso. Así, como suena.
Cenar a horas europeas. No cabe duda de que comer mucho engorda, pero no es la única causa. Como explica el Dr. Vicario, "es un error comer mucho, pero también cenar tarde. Cuando lo hacemos, no llegamos a quemar y degradar los alimentos de forma óptima. Deberíamos cenar de 4 a 5 horas antes de irnos a dormir".
Dietas milagro, no gracias. Se multiplican las dietas relámpago, que prometen hacernos perder muchísimos kilos en muy poco tiempo. ¡Cuidado con ellas! Como aclara la Dra. Luz García Juan, "evidentemente, estas dietas adelgazan, pero tan pronto las dejamos, lo recuperamos todo. Estas dietas pueden servir como depurativas, pero no como adelgazantes". Y, lo que es peor: se pierde grasa, pero también músculo, pero recuperamos tan sólo adipocitos.
No obsesionarse con los alimentos prohibidos. No existen ni alimentos que "adelgacen" ni que "engorden" por sí mismos. La dieta ha de entenderse como algo global, un conjunto donde unos alimentos deben compensar a otros.
Descubrir la conexión entre alimentos y emociones. Son muchísimas las personas que recurren a la comida como fuente de consuelo o de satisfacción inmediata. Un periodo de tristeza, el estrés, el cansancio
Es fácil intentar compensarlos mediante algo rico. Si uno se da cuenta de qué emociones disparan el deseo de comer (generalmente, algo altamente calórico) hay que analizar esos sentimientos para encontrar otras formas de dar salida a esas sensaciones.