El sol pone años. Los dermatólogos calculan que aproximadamente el 70% de los signos que asociamos con la edad, tales como arrugas, manchas o flacidez, están provocados por la exposición a la radiación ultravioleta, y no por el paso del tiempo. No hay más que observar la diferencia de color y apariencia del tejido de zonas generalmente protegidas, como la piel de detrás de las orejas o del pecho, y compararla con la del escote o las manos. La razón está en que los rayos UV provocan una reacción oxidativa en el organismo, creando los llamados radicales libres, electrones desparejados tremendamente agresivos y responsables del envejecimiento celular. Aunque el cuerpo posee sus propios instrumentos de defensa, los llamados antioxidantes, que neutralizan estos radicales libres, se ve agredido con cada exposición al sol, impidiendo que se equilibre la balanza entre los electrones "buenos" y los "malos". Esto debilita la piel, causando problemas de pigmentación (manchas), arrugas provocadas por la desestructuración de las fibras de colágeno y elastina, trastornos del sistema vascular y, en el peor de los casos, alteraciones del ADN celular que pueden desembocar en cáncer cutáneo.
Los recuerdos más imborrables de cada verano. ¿Sabía que la piel tiene memoria? Guarda cada rayo que ha recibido, y la va almacenando, apilando injuria tras injuria con un carácter algo rencoroso que no nos beneficia en absoluto. Como si de una cicatriz invisible se tratara, guardamos en nuestro archivo cutáneo el recuerdo de cada quemadura, incluso de las sufridas siendo sólo unos niños. Precisamente esta es la razón por la que es tan importante proteger la piel de los más pequeños, que, al no tener su sistema de defensa totalmente desarrollado, son especialmente vulnerables a los efectos negativos de la radiación solar.
Ojo con el rojo. Prevenir a toda costa las quemaduras solares no es sólo una forma de evitar acabar como una gamba a la plancha o ahorrarse dolor, disgustos, problemas para dormir o imposibilidad para vestirse. Es, sobre todo y ante todo, una de las más importantes medidas de salud cutánea que puede tomar, especialmente si tiene la piel clara. El eritema solar o quemadura es uno de los principales responsables de la alteración del ADN, que, como ya mencionamos, puede significar el inicio de un cáncer, más incluso que la exposición continua pero gradual. Además, la irritación que conlleva el eritema es una fuente de creación de los temidos radicales libres, esos que convierten las células jóvenes en ancianitas a velocidad de vértigo. Como explica el dr.Erwin Schachler, director técnico del centro de investigación cutáneo C.E.R.I.E.S., "existe evidencia de que haber sufrido quemaduras a menudo aumenta el riesgo de aparición de melanomas. Por eso es tan importante evitarlas".
Los rayos cambian con el paisaje. Como tantas cosas en esta vida, cuando de sol se trata, también es importante saber estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Si bien la intensidad de los rayos UVA se mantiene bastante estable a lo largo de todo el año, la de los rayos UVB depende directamente de la posición del sol respecto a la Tierra. Cuanto menos trayecto hayan de recorrer, como sucede en los Trópicos, mayor será su fuerza. En verano los tenemos especialmente cerca, sobre todo a las horas del mediodía, cuando el peligro de abrasarse como en una barbacoa se centuplica. Conviene recordar que a mayor altura, más intensidad (en lo alto de una montaña, la radiación UV puede llegar a ser un 35% más fuerte que al nivel del mar), y que tanto la arena blanca como el agua o incluso la hierba pueden reflejarlos.