Antes de llevar a tu hijo a la playa o a la piscina deberñias conocer las recomendaciones que los dermatólogos y pediatras tienen al respecto de la relación entre niños y sol. Los bebés son un caso aparte.
De 12 a 4, los rayos UVB son 150 veces más intensos y por tanto, más profundamente penetran en la piel. Por eso hay que evitar el sol a esas horas.
Para cuidar a los niños no basta con un protector solar: es importante cubrirlos también con ropa, que ha de ser fresca pero opaca. Cuanto más oscura, más eficaz en esta tarea. Cuidado con la ropa mojada: permiten que penetre el doble de radiación UVB que la ropa seca. Conviene llevar camisetas de repuesto.
Es importantísimo que los niños lleven sombreros de ala ancha, que les cubran también las orejas y la nuca. A ellos les suelen gustar las gorras, pero éstas les dejan desprotegidos.
Las gafas de sol para niños no son sólo un complemento que les sienta bien: son imprescindibles para cuidar sus ojos.
El índice de protección solar para niños debe ser como mínimo de 15.
La crema solar debe aplicarse media hora antes de la exposición, nunca al llegar a la playa.
A los niños hay que reaplicarles el protector solar hasta el aburrimiento, pues aún usando fórmulas resistentes al agua y a la arena, sus constantes chapuzones exigen más cuidado.
Los bebés, punto y aparte Toda la fragilidad de la piel infantil se multiplica exponencialmente en los bebés. Por esa razón, los menores de un año no se deben exponer jamás a la luz solar directa. ¡Nunca! Con la sombra basta y sobra para que disfruten de sus beneficios. Además de la sombra natural, existen tiendas anti-UVA que ofrecen la protección necesaria. Los bebés deben además llevar ropa ligera, pero cubriente, y protegerse las zonas de piel que no queden cubiertas tan sólo con productos específicos para ellos. Estos tienen como mínimo un índice de protección 15; contienen tan sólo filtros físicos (que no penetran en la piel) y están formuladas para su delicadísima piel, sin agentes irritantes.