El primer paso es eliminar el maquillaje de las uñas con quitaesmalte. Los bastoncitos de algodón son una gran herramienta para eliminar los restos más difíciles de los bordes.
Sumergir los pies en un baño enriquecido con sales de pedicura o incluso un simple chorrito de gel ablanda las durezas y desodoriza.
Es el momento de usar un exfoliante de pies, incidiendo en las zonas de mayor roce y rugosidad, como tobillos, planta o dedo pequeño. Hay que ser insistente.
Ni durezas ni callos deben cortarse nunca, a no ser que lo realice un podólogo experimentado.
Tras el baño, y con los pies muy secos, se puede usar una lima de pies para las plantas, especialmente el talón. Algunos profesionales prefieren usarlo antes del pediluvio.
Con el pie seco, se aplica gel quitacutículas alrededor de la uña y se empujan éstas hacia atrás con suavidad.
Los pies se deben hidratar con crema, pero sin extenderla todavía sobre los dedos para no manchar las uñas. Si tuvieran restos de grasa, el esmalte no se adheriría.
Es imprescindible usar base y dos capas de esmalte, siempre en capas muy finas que deben secarse bien entre cada aplicación.
Una triquiñuela para chicas con prisa: si se llevan sandalias abiertas, el esmalte se puede aplicar una vez calzada y evitarse ese momento de alto riesgo en que aún no está del todo seco.