Los labios se consideran mucosas de transición, al constituir la zona de paso entre la piel y la mucosa del interior de la boca. Por esta razón:
- No tienen melanina y, por tanto, se encuentran desprotegidos ante el sol. No es de extrañar que el mínimo rayo reseque y cuartee la piel de la boca, y que ésta nunca adquiera un tono bronceado.
- No poseen glándulas sebáceas ni sudoríparas, por lo que no cuentan con la protección del manto hidrolipídico que cubre el resto de nuestro cuerpo. Este es el motivo por el que se agrietan con facilidad y suelen sentirse resecos y tirantes.
- Están compuestos por una capa de piel extremadamente fina, tanto como para que se transparenten los capilares y vasos sanguíneos y tengan una coloración sonrosada.
Hidratación, ¡imprescindible!
El gesto más básico para unos labios turgentes es, sencillamente, tenerlos hidratados. Eso les hace parecer más carnosos y gruesos, ya que al aumentar la cantidad de agua tanto en el interior como alrededor de las células, la boca parece más carnosa. Por eso, no hay receta de belleza más sencilla que tener a mano -¡en todas partes!- bálsamos y cacaos que aplicar y reaplicar constantemente, más aún si se está en climas o ambientes muy secos. Por la noche, los labios se merecen un mimo extra, pasando primero un cepillo de dientes viejo por ellos, para exfoliarlos, y aplicando después una generosísima y gruesa capa de bálsamo.