Los últimos años no han sido fáciles para Lolita. El fracaso de la línea de ropa que creó con una gran ilusión, pero con poca maña empresarial, le acarreó grandes deudas que ha tenido que ir solventando con tesón y trabajo aunque ahora a la hija de ‘La Faraona’ parece estar cambiándole la suerte.
Tras participar durante el verano en el programa Amigas y conocidas con rostros tan dispares como Alba Carrillo o Paloma Gómez Borrero, el comienzo del nuevo curso ha venido lleno de cambios y uno de los mejores es su inminente regreso a los escenarios teatrales.
Tras el éxito de Sofocos y + Sofocos, la hija de Lola Flores vuelve a subirse a las tablas para interpretar un desgarrador monólogo en el emblemático Teatro Español del 24 de septiembre hasta el 23 de noviembre. Se trata de La plaza del diamante, una historia de la escritora catalana Mercè Roboreda que se desarrolla en la Barcelona de la postguerra y que narra la vida de Natalia, una mujer que se sobrepondrá a la miseria, el hambre y el dolor para sacar adelante a sus hijos.
Este proyecto supone un gran reto para Lolita aunque confiesa estar encantada ya que ella también se considera una mujer fuerte y luchadora que le hace frente con valentía a las adversidades de la vida.
La última ha sido la venta de su casa de El Soto de La Moraleja para pagar las deudas que le provocó su negocio textil. Con todo el dolor de su alma, la artista ha tenido que desprenderse de su vivienda, que adquirió al venderle a su hermana su parte de ‘El Lerele’, y en la que hasta el momento vivía con su marido Pablo Durán y sus hijos Elena, de 26 años, y Guillermo, de 20.
Los cuatro se han ido a vivir de alquiler a una urbanización cercana, también situada en el municipio de Alcobendas, y están encantados de la vida ya que “la otra casa tenía 400 metros y era demasiado grande”.
Acostumbrada a luchar, Lolita se enfrenta a esta nueva etapa de su vida con alegría como no podía ser de otra manera perteneciendo a un clan como el de la familia Flores. Como ha manifestado en numerosas ocasiones, “con trabajo todo se arregla”, por lo que ahora está volcada en su nuevo proyecto teatral a la espera que vuelvan a llamarla para el cine.
A pesar de haber ganado un Goya a la Mejor Actriz revelación en 2002 por su papel en Rencor, Lolita no ha tenido la misma suerte en el mundo del celuloide que en el teatro y sigue esperando a que algún director de cine vuelva a confiar en ella.
Además continúa con el sueño de poder algún día realizar un proyecto con toda la familia y unir así a Rosario, su sobrina Alba, sus hijos Elena y Guillermo, que trabaja como músico, e incluso a su marido, Pablo Durán, al que precisamente conoció interpretando la obra Ana en el trópico.