Se ha convertido en una de las caras más reconocibles de la pequeña pantalla y ha demostrado su buen gusto en la cocina. Si de algo le ha servido a Vicky Pulgarín su paso por MasterChef, aparte de para pulir sus técnicas culinarias, es para apreciar la cocina de vanguardia. La vencedora de esta segunda edición sueña con abrir su propio restaurante consagrado a este tipo de creaciones y tiene claro que invertirá los 100.000 euros del premio en eso. El lugar elegido es Mallorca porque es "muy isleña", aunque también sabe que no es una tarea fácil.
"Me gustaría que fuera de cocina de vanguardia, pero es muy difícil porque necesitas muchísimo dinero, un equipo grande que no sé si podré conseguir y un guía que no sé si tendré. Así que primero será tradicional, pero si tuviera la oportunidad iría a por la vanguardia a muerte", ha asegurado. Sorprende este cambio en la concursante que más ha criticado las técnicas de la alta cocina en el programa de La 1 de TVE. "Es que he aprendido a hacer de todo y me ha acabado gustando, al final me ha encantado", explica.
Tanto que Vicky, que nunca ha comido en un restaurante con estrellas Michelin, tiene ahora "muchísimas ganas de ir a todos", empezando por los de los miembros del jurado Pepe Rodríguez Rey (El Bohío) y Jordi Cruz (ABaC). "Ahora con el premio me pagaré un homenaje".
Su momento más feliz en el programa fue cuando recibió la cuchara que la convertía en una de las 15 concursantes de entre 9.000 aspirantes presentados al casting. Y cuando ganó gracias a un menú formado por espárragos con vinagreta de mostaza -con unas sorprendentes esferificaciones de alcaparras- y raya con mantequilla de tomate y arroz negro de algas, en la que incluyó una flor de ajo. Fue un guiño al despiste que tuvo en un programa anterior al incluirla en un postre y que le costó un enfrentamiento subido de tono con el jurado.
El postre que cerró su propuesta ganadora -mousse de aguacate con queso quark, pistachos y miel- es el plato del que más orgullosa se siente tras 14 semanas de concurso. "Me lo inventé yo, lo hice a ojo – odio pesar”, reconoció al presentarlo- y estaba bueno". Tres platos que le valieron halagos, y también alguna crítica, de un jurado de excepción compuesto por el habitual del programa y los hermanos Joan y Jordi Roca, del triestrellado El Celler de Can Roca (Girona), que definieron su cocina como "de intuición".
En cambio, no se quedó contenta con las carrilleras de la primera prueba y una menestra en la que quiso "ser pija y al final...", dice entre risas. Y es que, admite, empezó "muy mal", pero logró conseguir "una evolución muy fuerte" hasta acabar haciendo "todo bien". "Me he ido superando. Nunca había cocinado todos los últimos platos y al final me salían", algo que el jurado valoró.
Confiesa que no se esperaba que el programa fuera "tan duro, con tantas horas de rodaje", pero asegura que "vale la pena vivirlo", incluso con sus "momentos malos, que han servido para que los buenos lo sean más" y, sobre todo, por "el cariño" de sus compañeros y "toda la gente" que ha conocido "que eso abre muchas puertas".
Fue espectadora de la primera edición, de la que se ha dicho que era menos reality que la segunda, que registró el récord de audiencia de la temporada con un 25,1 % de cuota de pantalla y casi 3,2 millones de espectadores. En su opinión, ambas han sido "bastante parecidas, los jueces daban la misma caña", por ello no entiende las críticas: "Vamos a cocinar, pero somos personas y surgen cosas y no se puede cortar la realidad".
En septiembre comenzará a cursar el cotizado Grand Diplôme en la escuela de cocina Le Cordon Bleu, después hará estadías en restaurantes y ahorrará para abrir su restaurante. "Ahora tengo 31 años y espero tenerlo ya con 40", bromea la ganadora de MasterChef 2. De no ser posible, no tendría "ningún problema" en volver a ejercer de carnicera, profesión que le encanta y que le ha venido "muy bien para trabajar de cocinera".